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eterna sonrisa en los labios. Narada le vio como el eje alrededor del cual iba a girar el
futuro de Bharatavarsha. El Krishna que él veía, no tenía una sonrisa en los labios y sus
ojos estaban serios y tristes, toda su expresión era de consternación. Narada giró sus ojos
hacia Yudhishthira y contempló al inocente monarca que sería la causa de la destrucción
de toda la raza de los kshatryas. Miró luego a Draupadi y vio cómo iban a hacerse ciertas
las predicciones que habían sobre ella. Duryodhana estaba mordiéndose los labios para
sujetar la envidia y la furia que brotaban de su corazón. Sakuni, con sus ojos astutos
observaba todo lo que ocurría, y podía verse una sonrisa maligna dibujándose en sus
finos labios. También vio a Radheya, el noble Radheya, el ser más generoso de todos los
tiempos. ¡Desdichado de él! Narada, como en un cuadro, veía la muerte de Radheya a
manos de su hermano, el cual ni siquiera le conocía como tal. Vio a los hijos del rey ciego
siendo aniquilados por Bhima. Vio el campo de batalla, el gran Kurukshetra, sembrado
con los cuerpos de infinidad de kshatryas. Bhagadatta, Vinda, Anuvinda y toda esta
galaxia de príncipes yacían muertos en el campo de batalla. Desapegado como él estaba
de las ataduras físicas, la mente de Narada estaba sumida en un sentimiento de inmensa
lástima por cada uno de aquellos príncipes que estaban ya sentenciados a muerte.
Capítulo VI
KRISHNA, EL INVITADO DE HONOR
A coronación había llegado a su fin, y después de esto era deber del rey el agasajar
L a los invitados. Bhishma se dirigió a Yudhishthira y le dijo:
—Yudhishthira, hijo mío, estos reyes y rishis han venido aquí para rendirte honores
y para bendecir el yaga con su presencia. Ahora es tu deber agasajarles y darles la
bienvenida a cada uno de ellos con la ceremonia del arghya. Es justo que muestres tu
agradecimiento a todos estos reyes y sabios, pero debes primero elegir a uno entre ellos
como invitado de honor. Debes escoger a uno de ellos y ése debe ser adorado primero
que nadie.
Yudhishthira se encontraba en un apuro por la tarea tan delicada que se le había
encomendado y dijo:
—Mi señor, yo soy ignorante en estos asuntos, tú eres mi abuelo. Tú eres quien debe
decirme a quién debería yo asignar el asiento de honor. Bhishma permaneció en silencio
por unos instantes y luego dijo:
—En esta grande y gloriosa asamblea de príncipes de todas las casas nobles, Krishna
brilla como el Sol que resplandece desde el interior de cada uno de sus rayos. Sin él, el
salón perdería toda su grandeza. Él es la persona que te sugiero como la más grande de
todas.