Page 186 - Mahabharata
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               empuñar su Gandiva. Los ojos de Shadeva escupían fuego y Nakula ya tenía su mano
               puesta en la empuñadura de su espada. Sin embargo, Krishna permanecía tranquilo y,

               mirándoles, sonrió y dijo:
                   — No os excitéis, dejádmelo a mí.

                   Mientras, Sisupala continuaba con su alocución diciendo:
                   —Ahí está Vasudeva, que es el más anciano de los reyes aquí reunidos. También
               está tu suegro Drupada. Si hubieras querido honrar la experiencia de los años, habrías
               elegido a Vasudeva; si hubieras querido honrar a algún pariente, aquí tenías a Drupada.
               Si crees que tus acharyas son dignos de respeto, aquí está Drona y también Kripa y
               Aswatthama. Si era un hombre que siempre practique penitencias lo que querías, aquí

               tenías al honorable Vyasa. O si querías un gran héroe, he aquí a Bhishma. ¿Cómo es
               que habiendo en este salón una representación tan amplia de héroes has escogido a
               Krishna para ocupar el asiento de honor? Si tenías intención de honrar a un arquero,
               aquí está Ekalavya, el hijo de Hiranyadhanus, que es ahora uno de los mejores arqueros,
               mucho mejor que tu hermano Arjuna. También está Radheya el alumno favorito del gran
               Bhargava, el cual es uno de los pocos que ha derrotado a Jarasandha, hazaña que resultó
               imposible para tu invitado de honor. Y no sólo eso, sino que también es el mejor arquero.
               Y aún con todo, has elegido a Krishna sin ni siquiera fijarte en él. ¿Y qué me dices de
               Bhagadatta? ¿y de Kalinga? ¿y de Virata? ¿y de Dantavaktra? ¿y de Salya? ¿y qué me
               dirías de Salva? ¿y de Kambhoja? ¿y de Vinda? ¿y de Anuvinda? Yudhishthira, ¿es que
               estás loco? ¿piensas que Krishna es más grande que todos éstos? Si crees que ha sido un
               acierto, estás desgraciadamente equivocado. Este hombre no es ni tu guru ni tu cuñado
               ni tampoco a quien ahora tienes que pacificar a toda costa. Parece como si nos hubieras
               pedido a todos que asistiéramos a este Rajasuya solamente para insultarnos. Hasta ahora
               te teníamos como un hombre justo; después de esto, toda tu reputación se ha ido abajo.
                   Nadie osaba hablar. La voz de Sisupala retumbaba en la sala y todos le escuchaban
               atentamente. Subiendo su tono de voz según crecía su furia, continuó diciendo:

                   —Me siento profundamente insultado. Hasta ahora, todo lo que Krishna ha con-
               seguido ha sido mediante engaño. Asesinó a su tío Kamsa cuando éste estaba dormido.
               Se llevó a tus ingenuos hermanos a la gran colina de Girivraja a casa de Jarasandha.
               Quizá pensasteis que fue allí para ayudaros. Pues no, mi amigo Jarasandha era el único
               hombre a quien Krishna no pudo ganarle con sus dulces palabras. Krishna siempre le
               tuvo un miedo atroz, así que, usando como herramienta a este estúpido de Bhima, le
               aniquiló. No tiene sentido que ofrezcas el agrapuja a este pastor. Es algo tan tonto como
               dar tu hija a un eunuco o como poner algo hermoso ante los ojos de un ciego. Los demás
               que hay aquí reunidos quizá puedan soportar este insulto, ¡pero yo no! —Después de
               decir estas palabras, Sisupala salió del sabha como un león furioso.
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