Page 239 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          219


                   Viendo a todos los dioses de los cielos que se habían reunido en la cima de la montaña
               Indrakila, Arjuna estaba sumido en un profundo sentimiento de humildad. No podía

               hablar debido a que las lágrimas le ahogaban. Cayó a sus pies, honrándoles como
               merecían, y luego dijo:
                   —Yo soy un humilde mortal y vosotros sois dioses que por vuestro gran amor a los
               pandavas, me habéis favorecido y he tenido la buena fortuna de veros con estos ojos
               terrenales. No sé cómo pagaros por vuestra bondad.
                   Los dioses estaban complacidos con él y con su humildad, y bendiciéndole desa-
               parecieron.
                   Arjuna aún estaba pensando en los maravillosos acontecimientos del día, sentía
               que no iba a poder levantarse, por el gran trastorno emocional que experimentaba. Se
               sentía deliciosamente débil, cuando de repente, vio que el carro de Indra estaba sobre la
               montaña. El conductor de Indra, de nombre Matali, fue hacia Arjuna y le dijo:
                   —Ahora debes ir a los cielos, tu padre te necesita allí, debes ir inmediatamente.

                   Arjuna contestó:
                   — Sí, debo apresurarme. Es mi buena fortuna el que pueda ver con estos ojos
               terrenales los cielos que sólo se alcanzan después de realizar yagas como el Rajasuya
               y el Aswamedha. El fin y propósito de todos los kshatryas es alcanzar la morada de
               Indra, después de esta vida terrenal. Buscando este fin, vivimos en el Dharma mientras
               caminamos por la tierra. ¡Iré!


                                                        Capítulo IX
                                          ARJUNA EN EL CIELO DE INDRA

                    RJUNA se purificó en las aguas del Ganges, el cual tenía allí su origen. Invocó al
               A espíritu de la montaña y dijo:

                   —¡Oh! gran Mandara, yo te saludo, tú eres el hogar de los rishis que han ido más allá
               del alcance de los sentidos. Tú eres el lugar de descanso de aquellos que aspiran al cielo.
               Por tu gracia, la gente alcanza sus ambiciones en el mundo espiritual. ¡Oh! rey de las
               montañas, ahora te dejo, pero he pasado días muy felices bajo tu protección. He dado
               placer a mis ojos, contemplando tus ríos, tus pendientes y tus densos bosques; tú me has
               alimentado con los frutos de tus árboles, me has aliviado con la brisa perfumada de las
               flores de tus bosques y he encontrado la paz en los arroyos que manan de tu corazón.
               Como un niño durmiendo pacíficamente en el regazo de su madre, he encontrado alivio
               en el cuidado amoroso y protector de tus praderas. Recordaré estos días felices en tus
               colinas con gran afecto y gratitud. Ahora me postro ante ti y te dejo. Por favor bendíceme.
                   Una brisa estremeció las ramas de los árboles, parecía como si la montaña hubiera
               escuchado sus palabras. Con lágrimas en sus ojos, Arjuna se despidió de la gran montaña
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