Page 241 - Mahabharata
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3. En el bosque                                                                          221


                   Arjuna se sentía tímido y nervioso, sobresaltado por la confesión abierta de su amor,
               y llevándose las manos a los oídos dijo:

                   —No quiero oír esas palabras; tienes razón, te observé en la corte de mi padre, pero
               esto fue porque sabía que fuiste la amada del gran Pauravas, nuestro antepasado. Había
               oído sobre el gran romance de su vida, cómo se enamoró de ti y cómo tú le devolviste
               ese amor. Así pues, te miraba como hubiera mirado a una madre que no hubiera visto
               antes. Eres más hermosa de lo que yo había imaginado. Esa es la razón por la que te
               miraba tan insistentemente. No debes pensar mal de mí, tú eres como una madre para
               mí y no debes hablar de esta forma. De hecho creo que es tu amor maternal lo que hace
               que me gustes tanto. Por favor no me pidas que piense de otra manera.
                   Urvasi le sonrió de nuevo y le dijo:

                   —Parece que no comprendes; las apsaras no tenemos edad, somos siempre jóvenes.
               Las leyes que atan a la gente ordinaria no nos atan ni nos afectan a nosotras. Somos
               bailarinas en la corte de tu padre y pertenecemos a todo el mundo. No tienes que pensar
               que faltas a algún código moral tomándome, sólo soy una bailarina y no cometerás
               ningún pecado aceptando mi amor. Te amo. No debes decepcionarme. Parece que sabes
               mucho acerca del Dharma. Pero, ¿no sabes que el Dharma de un hombre es complacer a
               la mujer que llega a él pidiéndole que satisfaga su deseo? Debes aceptarme.
                   Arjuna estaba profundamente afectado por aquella situación que no le gustaba en
               absoluto. Su alma se encogía avergonzada sólo de pensar en ello y le contestó:

                   —Por favor, escúchame; tú eres muy hermosa y eres infeliz por mi culpa, me doy
               cuenta de ello. Pero, para mí eres una madre, tal como Kunti, Madri o Sachi-Devi, la reina
               de Indra. Tú eres la madre de nuestra raza: nos sentimos orgullosos de ser pauravas.
               Me postro ante ti, tú eres mi madre. Por favor, no me turbes con esta súplica. No puedo
               pensar en ti de otra forma, lo siento pero no puedo, por favor perdóname.
                   Urvasi estaba loca de ira y frustración. Jamás le había ocurrido esto, y se puso furiosa
               con Arjuna. Sus labios temblaban de ira y mirando a Arjuna con sus ojos llenos de furia
               le dijo:

                   —Pensé que eras un hombre y que serías suficientemente caballeroso para apreciar
               la intensidad de mi deseo, pero veo que no lo eres. Me has insultado; dado que no has
               aceptado mi amor, recibe a cambio mi maldición. Ya que te sientes tan engreído con
               tu hombría, yo te digo que la perderás y te volverás un eunuco. Pasarás tu vida entre
               mujeres, bailando para divertirlas.
                   Con su cuerpo todavía palpitando de ira y brotándole de sus ojos lágrimas y fuego al
               mismo tiempo, Urvasi se marchó. Arjuna quedó solo, con la horrible maldición pesando
               sobre él. Estaba aturdido por la calamidad que le había sobrevenido. Pasó una mala
               noche, y por la mañana fue a ver a su amigo Chitrasena y le contó todo lo que había
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