Page 237 - Mahabharata
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3. En el bosque 217
hombre. » Entonces Arjuna decidió lanzarle un astra, en lugar de las flechas usuales.
Hasta entonces todas las flechas que le había lanzado golpeaban el cuerpo del cazador
sin herirle en lo más mínimo; igual que una tormenta de granizo golpea una montaña, el
cazador permanecía inmóvil ante el asalto.
Arjuna se dio cuenta que sus aljabas se habían quedado vacías inesperadamente,
lo cual le sorprendió. Tomó su Gandiva y golpeó al cazador en la frente, pero éste
permaneció inmóvil. Arjuna se puso frenético y, blandiendo la espada en su mano, se
precipitó sobre el cazador, que aún sonreía, con la intención de romperle la cabeza. Pero
sorprendentemente, la espada resultó tan ineficaz como las restantes armas. Arjuna,
entonces, le arrojó ramas de los árboles cercanos y también piedras. Y al poco tiempo
cualquier cosa que pudiera coger con las manos, pero, aún así, el cazador permanecía
inmune, con aquella sonrisa enloquecedora.
Arjuna le desafió a un duelo cuerpo a cuerpo. Mutuamente se golpeaban con los
puños, como piezas de hierro. El cazador estaba impávido y Arjuna descubrió que era
demasiado poderoso. Él ya se sentía débil por la fatiga y furioso con aquel hombre. Se
sentía trastornado viendo cómo un cazador ordinario estaba haciéndole poner lo mejor
de sí. Siguió luchando hasta que, vencido por la debilidad, perdió la conciencia y cayó al
suelo. Intentó levantarse como pudo para luchar de nuevo. Su cuerpo estaba rojo por la
sangre que fluía de sus muchas heridas. Arjuna se sentía muy infeliz, y en su mente rogó
al Señor Sankara. Hizo una guirnalda de las flores silvestres que allí crecían y con barro
erigió una imagen del Señor. Colocó la guirnalda en la imagen y, cerrando los ojos, rezó
a Sankara pidiendo la gracia del Señor. Abrió los ojos y vio que la guirnalda no estaba
en la estatua. Estaba asustado, volvió sus ojos hacia el cazador y vio que la guirnalda
de flores estaba colgando en su cuello. Cayó al suelo postrado ante el Señor y con las
lágrimas de sus ojos, Arjuna lavó los pies del Señor Sankara. El Señor esbozó una dulce
sonrisa y le dijo:
—Arjuna, estoy muy contento contigo. Tienes un gran valor y una destreza especial.
Eres inigualable, en este mundo nunca he visto un kshatrya como tú. Serás invencible,
ya que eres igual que yo en bravura. Me siento feliz de darte cualquier don y además
vencerás a todos tus enemigos en la guerra.
Arjuna cayó de nuevo a sus pies implorándole perdón. Sankara le tomó de la mano y
lo levantó, preguntándole qué deseaba. Arjuna le contestó:
—Mi Señor, quiero que me des tu arma personal, el Pasupata, y que me concedas el
privilegio de ver tu verdadera forma. Sankara dijo:
—Ciertamente te daré mi Pasupata; vine con el disfraz de cazador porque quería
ver si eras apto para ella, y estoy satisfecho porque lo eres. Y no solamente eres apto,
sino extraordinariamente bueno. En las manos de un mal hombre, se convertiría en un