Page 236 - Mahabharata
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                   —¡Detente! ese jabalí es mío y he venido a matarlo, tú no tienes derecho a hacerlo,
               detente.

                   Arjuna no prestó atención a las palabras del cazador y disparó su flecha que penetró
               inmediatamente en el cuerpo del jabalí. Al mismo tiempo, el cazador había disparado
               su flecha atravesando también el cuerpo del jabalí, parecía como si dos rayos hubieran
               descendido al tiempo sobre el pico de una montaña. El jabalí cayó muerto instantánea-
               mente. Asumió la forma de un rakshasa y la vida salió lentamente fuera del cuerpo
               herido.
                   Arjuna giró su mirada hacia el cazador que iba acompañado de su esposa. La
               presencia de aquella pareja hacía que toda la montaña resplandeciera con una extraña
               luz. Arjuna le dijo:
                   —¿Quién eres? Pareces no tener miedo de las bestias salvajes que habitan en la
               montaña y además has traído a tu mujer. ¿No sabes que este lugar es peligroso para
               las mujeres e incluso para los hombres? Tienes aspecto de cazador y, sin embargo, no
               pareces conocer las reglas de la caza. Ese jabalí estaba tratando de atacarme y apunté
               mi flecha hacia él con la intención de matarlo, pero tú también has disparado al jabalí
               sin tener derecho a hacerlo. Este rakshasa está dividido ahora en dos partes iguales,
               como la herencia de un padre se divide entre sus dos hijos después de su muerte. Has
               transgredido las reglas de la caza. Estoy enojado contigo y voy a matarte.
                   Arjuna levantó su arco y se preparó a luchar contra el cazador, mientras que una
               sonrisa de encanto infinito se dibujaba en el rostro de éste, que le dijo con voz suave:

                   —Yo ya había apuntado al jabalí, por lo cual era mío, luego corrió hacia ti, pero le
               mató mi flecha. Eres un joven impertinente y muy vanidoso. Pareces estar muy orgulloso
               de tu valor, pero no puedes matarme como dices, de hecho es tu vida la que está en
               grave peligro. Este jabalí es mío y también lo es la flecha que le has disparado. Si eres
               suficientemente hombre, si tienes suficiente coraje, rescata tu flecha.
                   Aún la sonrisa permanecía en su rostro. Arjuna estaba furioso con aquel cazador
               salvaje que se había atrevido a desafiarle y se sentía molesto porque sus penitencias
               estaban siendo perturbadas. Pero las palabras del cazador le indignaron y se preparó
               para el duelo al que éste le había desafiado. Mutuamente se acosaban con flechas, como
               serpientes venenosas. Arjuna envolvió al cazador con un manto de flechas que éste,
               con una sonrisa en su rostro, esquivó como si fueran una delgada película de fina seda.
               Sankara era hostigado una y otra vez por las flechas afiladas de Arjuna, pero permanecía
               impasible mientras su sonrisa se volvía más y más pronunciada y encantadora. Arjuna
               estaba estupefacto, viendo que sus flechas no le herían se dijo para sí: « Este cazador
               es muy hermoso, se parece a la cumbre del monte Himavan. Parece distinto de los
               cazadores ordinarios, quizá sea un dios de las alturas disfrazado de este modo; pero,
               sea quien sea, está demostrando ser un recio luchador; es un placer luchar contra este
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