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propio Pasupata, tras lo cual Indra le dará todos los astras que tiene en su poder. Indra le
llevará a su morada, y cuando regrese de sus penitencias, puedes estar seguro de que
nadie podrá herirle en la guerra que tendrá lugar dentro de unos años. Eso sí, puedes
estar seguro de que va a haber una guerra. Así que pídele a Arjuna que se prepare para
la batalla desde ahora. —Los ojos de Bhima brillaron oyendo las palabras de Vyasa.
La certeza de una guerra futura le hizo sentir que valdría la pena soportar todos estos
años de exilio. Y Vyasa agregó—: Ya habéis permanecido durante suficiente tiempo en
Dwaitavana, regresad a Kamyaka. Este lugar a comenzado a aburriros y necesitáis un
cambio. —Después de decir esto, Vyasa se marchó.
Los pandavas se dirigieron hacia el bosque de Kamyaka a las orillas del río Saraswati.
Después de pasar felizmente unos cuantos días allí, Yudhisthira le recordó a Arjuna el
consejo de Vyasa:
—Arjuna, debemos prepararnos para la guerra que se nos avecina. Vyasa, al igual
que yo, piensa que habrá una guerra. Tú eres mi única esperanza. Dependo de ti para
obtener la victoria. Has de vencer a Bhishma, Drona y Radheya, los tres discípulos del
gran Bhargava. Ahora dirígete al norte para agradar a Sankara con tus penitencias.
Arjuna se sentía muy feliz de poder prepararse para la guerra.
Era el sexto año de su exilio. Arjuna estaba listo para su viaje hacia el norte y dejó a
sus hermanos y a Draupadi. La partida fue muy cariñosa, pues iban a estar separados
durante algún tiempo. No iba a ser fácil para ellos vivir sin Arjuna. Cuando él tuvo
que marcharse en el Tirthayatra, las circunstancias eran distintas, pero incluso entonces
Yudhisthira no quería dejarle ir. Esta vez resultó aún más difícil para Yudhisthira
separarse de su hermano.
Capítulo VII
EL PASUPATA
ESPUÉS de despedirse de sus hermanos, de Draupadi, de Dhaumya y de los rishis
D de Kamyaka, Arjuna se dirigió lentamente hacia el norte. Con el curso del tiempo
fue incrementando su velocidad, cruzó una montaña llamada Gandhamadana, que ya
conocía de su viaje triunfal en la época del Rajasuya. Arjuna anhelaba volver de nuevo a
esta montaña y se sintió muy contento al contemplarla. Para él, fue como un encuentro
con un viejo amigo.
Arjuna cruzó el Himavan, llegó al pico de la montaña que tiene por nombre Indrakila
y decidió quedarse en ella para realizar sus penitencias. Entonces vio a un asceta allí
sentado. El asceta le preguntó quién era y para qué había venido a un lugar tan tétrico y
solitario, y añadió: