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fuente del río Ganges. Vieron los siete torrentes. Tres de ellos iban hacia el oeste, tres
hacia el este y el séptimo fluía hacia Bhagiratha.
Los pandavas vieron la montaña Mandara. Esta montaña era la morada de Kubera.
Yudhisthira invocó al espíritu de la montaña y le ofreció sus oraciones y rezó a los ríos
Ganges y Yamuna. Los pandavas encontraron el lugar muy tranquilo y apacible. Incluso
Bhima olvidó su tristeza y estaba feliz en las planicies de la montaña Mandara.
Capítulo XIII
HACIA EL HIMAVAN
L OS pandavas decidieron ascender el monte Mandara y hallaron la tarea muy difícil.
Yudhisthira estaba preocupado por la delicada Draupadi. Bhima dijo que él la
llevaría, pues sabía que le gustaría encontrarse con Arjuna, que descendería sobre esa
montaña cuando volviera de la morada de Indra. Bhima dijo:
—Yo la llevaré, os llevaré a todos cuando sintáis que no podéis andar más.
Era temprano por la mañana. El Sol acababa de aparecer, tiñendo la cumbre de la
montaña de rosa y dorado. La escena era maravillosa y el aire era reconfortante. Al
principio no estaban cansados del ascenso, pero según el Sol ascendía en los cielos se iban
fatigando más. Siguieron intrépidos caminando hacia el pico llamado Gandhamadana.
En aquella cumbre el aire era una mezcla de todos los perfumes. Todos estaban emo-
cionados pensando en encontrarse con Arjuna. Hacía cinco años que les había dejado y
se había ido. Era una escena patética.
Yudhisthira, poco acostumbrado a la vida dura, trataba con gran dificultad de subir
la montaña. En su corazón moraba un solo anhelo: Arjuna y su encuentro con él.
Anhelaba ver a Arjuna que se había ido a aprender cómo usar todos los astras, para
que pudieran ganar la guerra. Todos hablaban de lo mismo. Llegaron a un ashram
llamado Badari donde se decía que los rishis Nara y Narayana hicieron sus penitencias.
Yudhisthira dijo:
—No puedo seguir más adelante, mi cuerpo arde como si tuviera fiebre, estoy jade-
ando y me siento débil. —Cuando estaba diciendo esto, de repente se nubló el firma-
mento.
El cielo se oscureció con densas nubes negras de lluvia y se desató un furioso temporal,
soplando el viento en todas direcciones. Era una escena realmente impresionante. La
tierra, la montaña y el cielo quedaron ocultos tras un torbellino de polvo. No podían
hablar entre ellos, el ruido del vendaval era ensordecedor y tampoco podían verse. Así
de oscuro estaba el cielo. Los árboles eran arrancados por el vendaval, árboles de troncos
anchísimos eran arrancados de cuajo de la tierra y caían desplomados. Parecía como si el
cielo descendiera sobre la montaña. La línea donde acababan los picos de las montañas y