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»Debes perdonar a este marido desaprensivo y mirarnos a todos con amor y com-
pasión.
Draupadi consoló al rey y le dijo que nada podía hacerse cuando el destino se había
empeñado en hacerles sufrir. Yudhisthira le dijo a Bhima:
—Draupadi no podrá dar ni un paso más. O tú o los mellizos debéis llevarla. O debes
pedir a Ghatotkacha que venga y nos ayude. Él es fuerte y nos quiere, vendrá si tú se
lo pides. Creo que eso será lo mejor. Tú también estás cansado. No puedes llevar a
Draupadi todo el camino.
Bhima pensó en su hijo y Ghatotkacha apareció ante ellos, más rápido que el pen-
samiento. Bhima le abrazó con cariño y Yudhisthira estaba encantado de volver a ver a
su magnífico sobrino. Ghatotkacha era su favorito desde que nació. Bhima dijo:
—Hijo mío, mira a tu madre Draupadi; no puede andar. Debes cargar con ella hasta
la cima de la montaña. Camina lentamente, para que vaya cómoda. —Ghatotkacha cargó
con Draupadi, y el resto del grupo fue transportado por los sirvientes que se había traído
Ghatotkacha.
Sólo Dhaumya y Lomasa iban caminando. Ahora viajaban muy rápido, y pronto
pudieron ver la cima de la gran montaña Kailasa, donde se bajaron de los rakshasas.
Era la tierra del eterno amanecer. Los rayos del Sol caían siempre sobre la cima de la
montaña.
Los rishis que vivían allí dieron la bienvenida a Yudhisthira y sus hermanos con
Draupadi, Dhaumya y Lomasa. En aquel ashram, llamado Badari, pasaron muchos días
felices. Desde allí pudieron ver la montaña Mainaka y Yudhisthira sintió una paz que le
robaba el alma; una paz que no había podido encontrar en ningún otro lugar.
Capítulo XIV
BHIMA Y HANUMÁN
A naturaleza había sido pródiga en regalos en los alrededores de Badarikashrama.
L Las flores que brotaban allí no podían encontrarse en ninguna otra parte. Era un
lugar maravilloso.
Aquel paraje no podía ser descrito con simples palabras. No existía ninguna lengua
adecuada para describir el ashram y sus alrededores. Un día Draupadi estaba admirando
la belleza que se extendía ante ella, cuando de repente una flor llegó hasta ella, impulsada
por el aire. Era preciosa y tenía un perfume encantador. La cogió entre sus manos y la
observó durante mucho tiempo. Cuando llegó Bhima, Draupadi le llamó a su lado y le
dijo:
—Mira, Bhima. Fíjate en esta flor, ¡huélela! ¡qué perfume tan maravilloso! Me gusta
mucho. Bhima, ¿puedes conseguirme más flores como ésta?