Page 317 - Mahabharata
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4. Virata                                                                                297


                   —Después de todo te has decidido a ser mía, me siento feliz, mi querida mujer. Si
               sólo supieras la tortura que ha sido para mí esperar a que llegara esta noche. Hoy he

               odiado al Sol más que nunca he odiado a nadie. ¡Mírame!, todas las mujeres que he visto
               hoy, no saben que es mi alegría lo que me ha dado esta belleza. Me muero de amor por ti.
               Por favor, no tardes más, tómame en tus brazos.
                   Kichaka se acercó al lecho y tomó la mano que se extendía hacia él mientras ardía presa
               del deseo. Kichaka se dio cuenta de que sus manos habían sido agarradas firmemente.
               Percibió con la rapidez de un relámpago que ésas no eran las manos de una mujer, sino el
               fuerte apretón de las manos de un hombre. Contemplando la forma en que aquel cuerpo
               se levantaba lentamente del lecho, vio que no era una mujer.
                   Antes de que pudiera pensar, oyó la voz de Bhima que le decía:
                   —Así que piensas que hoy estás más hermoso que nunca. Debes estarlo, porque
               te vas a encontrar con la mujer que se ha enamorado de ti: la muerte. Te ha estado
               cortejando durante los últimos días y has rehusado tomarla en tus brazos. Ella vino
               hacia mí y me pidió que la ayudara a conseguirle su hombre. Aquí estoy, no pienses
               que Sairandhri habló palabras fútiles y vacías cuando dijo que sus gandharvas son tan
               terribles como el rayo de Indra. Yo soy uno de sus maridos. Ven a luchar conmigo y ve a
               la morada de la muerte.

                   Bhima saltó del lecho, agarró el pelo perfumado de Kichaka entre sus poderosos
               brazos y trató de estrangularlo. Luchaban jugándose sus vidas. El uno quería matar al
               otro. Se rugían mutuamente como dos tigres en el bosque. Kichaka cogió a Bhima con sus
               poderosas manos y le arrojó al suelo, pero Bhima se repuso sin daño alguno, se levantó
               y reanudó la lucha. Bhima era más fuerte que Kichaka y su ira y su furia doblaban su
               fuerza. Kichaka no estaba preparado para este ataque por sorpresa en el salón de baile
               y además estaba debilitado por el deseo. Sus rodillas se habían vuelto débiles debido
               a aquella sorpresa repentina. Había sido engañado por una mujer que había simulado
               amarle. Había pasado noches sin dormir y su mente no había estado funcionando
               adecuadamente desde el día en que vio a Sairandhri en los jardines del palacio. El pobre
               Kichaka no pudo luchar tan bien como lo hubiera hecho si las circunstancias hubieran
               sido distintas.
                   Bhima atrapó al pobre y desafortunado Kichaka entre sus brazos y le arrojó al suelo,
               puso sus rodillas sobre su pecho y con sus manos fuertes y poderosas, que tenían la fuerza
               de los elefantes, le agarró del cuello y le estranguló lentamente. Kichaka no pudo escapar
               de la muerte. Estaba siendo aniquilado lentamente, la vida se le escapaba del cuerpo
               poco a poco. Jadeaba por la falta de aliento y golpeaba el poderoso cuerpo de Bhima,
               pero Bhima era implacable. Toda la ira y la furia de Bhima estaban concentradas en el
               apretón con el que estaba estrangulando a Kichaka. Unos momentos más de esfuerzo
               inútil y Kichaka murió.
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