Page 320 - Mahabharata
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                   —Eres demasiado poderosa, estamos indefensos en tus manos. Apelo a tu ayuda; por
               favor no permitas que tus maridos nos destruyan. Yo amo a mi marido y mi felicidad

               está ahora en tus manos; debes protegernos. Sudeshna enjugó sus lágrimas con su manto
               y se fue de la habitación.

                                                        Capítulo XII
                                         LA ASAMBLEA DE HASTINAPURA


                     URYODHANA había enviado espías a todos los países para que encontraran el
               D escondrijo de los pandavas, mas su búsqueda resultó infructuosa. Uno tras otro
               fueron regresando a Hastinapura, donde se encontraba Duryodhana rodeado de sus
               hermanos, Radheya, Drona, Bhishma y los hermanos Trigarta.

                   —¡Mi señor! —dijeron los espías—, hemos buscado a los pandavas por todo el mundo
               y no hemos podido dar con ellos. Los buscamos en todos los bosques y tampoco les
               pudimos encontrar. También fuimos a Dwaraka y no pudimos localizarlos allí. Además
               hablamos con las gentes del lugar y nadie parecía saber nada de ellos. Tampoco se
               encuentran en Panchala. Tenemos el sentimiento de que han muerto. Puedes disfrutar
               de este mundo sin que nadie se te oponga como rival. Durante nuestra vuelta por el
               mundo, llegó a nuestros oídos una noticia que se ha convertido en tema de conversación
               en todos los lugares; te interesará. Seguro que recuerdas a Kichaka, el jefe del ejército de
               los matsyas. Como sabes Kichaka había derrotado a los trigartas. Pues bien, Kichaka
               fue asesinado en mitad de la noche por un desconocido. Se dice que le mataron a causa
               de una mujer. Sus hermanos los upakichakas también fueron aniquilados por el mismo
               gandharva quien, según dicen, es el marido de esa mujer. Estas son las únicas noticias
               que hemos podido obtener. En cuanto a los pandavas, no hay rastro de ellos. No hay
               ningún signo que evidencie su existencia. Parecen haberse esfumado de la faz de la
               tierra.
                   Duryodhana, después de recompensarles por sus esfuerzos, hizo que se retiraran de
               su presencia y después de recapacitar unos instantes, dijo:
                   —Debemos intentar otra vez averiguar dónde han ido. Tenemos poco tiempo, pues
               en unos días finalizará su período de exilio y saldrán a la luz. Tenemos que encontrar
               su escondrijo. Si no lo logramos vendrán y reclamarán su reino. Enviaremos espías que
               sean más eficientes. Quizá como nos han dicho éstos, los pandavas hayan muerto. En

               cuyo caso sería magnífico.
                   Drona se levantó y dijo:
                   —Duryodhana, no albergues vanas esperanzas. Gente como Yudhisthira y sus her-
               manos no pueden sucumbir a una muerte temprana, vivirán muchos años. ¿Por qué
               estás tan empeñado en localizar su escondrijo? Tú les hiciste ir exiliados al bosque
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