Page 315 - Mahabharata
P. 315

4. Virata                                                                                295


               cómo eran y ahora míralas, mira las durezas que me han salido en las palmas por estar
               constantemente moliendo la pasta.

                   Draupadi le mostró sus manos ásperas y toscas por las durezas; al verlas, Bhima,
               llevándose sus dos manos al rostro, derramó lágrimas de dolor. Luego se repuso y le
               dijo:
                   —Escúchame, mi querida Draupadi, tú sabes cuánto te amo, ¿te he negado algo
               alguna vez? Pero esta vez debemos tener paciencia. Hubiera matado hoy a Kichaka en
               el sabha si no hubiera sido por el aviso oportuno de Yudhisthira, pues comprendí lo
               que quería decir. Yo tampoco soy tan feliz como me parece que piensas. ¿Crees que he
               olvidado lo que ha ocurrido durante estos últimos años? ¿Crees que he olvidado la corte
               de Hastinapura? ¡No! Yo también estoy contando los días que faltan para el amanecer de
               nuestra libertad. Tenemos que ser cuidadosos, mi reina. El tiempo de nuestro cautiverio
               está llegando a su fin. Dentro de medio mes mataré a Kichaka. Ahora no debemos
               cometer imprudencias; si lo mato ahora me reconocerán y si eso ocurre tendremos que
               volver de nuevo al bosque. Para evitarlo, te pido que seas paciente durante unos cuantos
               días más. ¿No soportó Sita, la esposa de Rama, sus dificultades con gran paciencia?
               Piensa en Damayanti, piensa en las muchas reinas que soportaron penas con paciencia.
               Te prometo que mataré a Kichaka, no será una tarea difícil para quien ha matado a Baka
               y a Hidimba.
                   »Sólo te estoy diciendo que no es el momento oportuno. Por favor, abandona esos
               sentimientos durante una quincena más, sólo una quincena. Luego te concederé lo que
               deseas. Cuando acabe nuestro exilio, podremos salir a campo abierto, desafiaré a Kichaka
               a un combate singular y le mataré, pero no ahora. Yudhisthira me ha pedido que tenga
               paciencia. »
                   Draupadi no se dejó convencer y le dijo:

                   —No sabía que fueras tan despiadado. Ahora no me queda nadie. La única salida es
               la muerte: si no matas a Kichaka te prometo que beberé veneno y me mataré.
                   Bhima sentía mucha lástima de ella y se decidió a hacer lo que le pedía.
                   La tomó entre sus brazos, y secándole sus lágrimas dulcemente con los dedos, le dijo:
                   —No llores, Draupadi, no llores, mi reina, no puedo soportar verte llorar: mataré
               a Kichaka mañana. Debes encontrarte mañana con él y citarle en la sala de bailes, que
               recientemente ha construido el rey. Dile que allí hay una cama y que le verás allí por la
               noche. Haz que vaya. Yo me encontraré con él y le mataré. ¿Estás contenta? Por favor,
               alégrate.
                   Draupadi sonrió por primera vez en toda la noche y le dijo:
                   —Lo haré, Bhima, ahora ya me siento feliz. Tú eres el único marido valiente y amoroso
               que tengo; le estoy agradecida a Dios por tenerte. —Draupadi le dejó y cautelosamente
               emprendió el camino de regreso a sus aposentos.
   310   311   312   313   314   315   316   317   318   319   320