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La ira de Bhima no se había apaciguado todavía y como una bestia, pateó el cuerpo
muerto de Kichaka. Golpeó su cuerpo hasta que sus brazos y piernas quedaron aplasta-
dos y deformes. Luego los apretó contra el cuerpo haciendo lo mismo con su hermosa
cabeza. Kichaka había quedado reducido a un montón de carne y huesos. Bhima trajo
una antorcha y le enseñó a Draupadi el cuerpo de Kichaka. Le dijo:
—Mira, mi reina, le he matado, ¿estás feliz ahora? Los ojos de Draupadi estaban
llenos de alegría, parecía la misma muerte en forma de mujer. Bhima retiró la antorcha y
le dijo a Draupadi que se iba a sus aposentos y muy sigilosamente abandonó el salón de
bailes.
Draupadi se quedó allí sola, llena de felicidad. Llamó a los guardias del salón y les
dijo:
—Mirad el destino de este hombre que trató de molestarme. Yo le avisé de la furia de
mis maridos gandharvas, pero no me hizo caso, ahora mi marido ha matado a Kichaka,
venid y ved.
Los guardias trajeron muchas antorchas, entrando con ellas en el salón y lo que vieron
causó terror a sus corazones. Apresuradamente fueron a anunciar a todo el mundo
que el poderoso Kichaka había sido brutalmente destrozado por el marido gandharva
de Sairandhri. La sala se llenó en un momento; sus parientes y los ciento cinco medio
hermanos de Kichaka se apresuraron yendo hacia el lugar.
La reina y el rey fueron allí y derramaron lágrimas al contemplar los restos de Kichaka.
Los ritos funerarios comenzaron por la mañana. Colocaron el cuerpo de Kichaka bajo
un palio y los hermanos de Kichaka de nombre upakichakas llevaban el cuerpo al lugar
donde lo harían arder. Cuando vieron a Draupadi allí, de pie, apoyada a una columna
mientras observaba las ceremonias, su ira contra ella fue terrible y se dijeron: « Nuestro
querido hermano está muerto por culpa de esta mujer, él la quería; hagamos que la tenga,
pongámosla también en la pira funeraria y quemémosla junto con nuestro hermano,
eso complacerá a su alma. » Se acercaron a Virata con la petición de que debería darles
permiso para quemar a Sairandhri con Kichaka. El rey no se atrevió a decir que no a los
poderosos hermanos de Kichaka, permitiendo este acto. Los upakichakas atraparon a
Draupadi y la ataron, colocándola en el féretro y diciéndole: « Lo justo es que te vayas
con tu amante, no está bien que le abandones porque haya muerto. Debes seguirle a la
morada de Yama a donde tú le has enviado. »
Draupadi lanzó un gemido que podía oírse por todo el palacio, dijo:
—Oh, mis esposos, Jaya, Jayesha, Vijaya, Jayatsena, Jayatbala, por favor venid a
ayudarme. Los hermanos de Kichaka me llevan a la pira funeraria en los campos
crematorios. Quieren quemarme con Kichaka, ¿dónde estáis mis queridos esposos? Por
favor, rescatadme de este destino.