Page 318 - Mahabharata
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                   La ira de Bhima no se había apaciguado todavía y como una bestia, pateó el cuerpo
               muerto de Kichaka. Golpeó su cuerpo hasta que sus brazos y piernas quedaron aplasta-

               dos y deformes. Luego los apretó contra el cuerpo haciendo lo mismo con su hermosa
               cabeza. Kichaka había quedado reducido a un montón de carne y huesos. Bhima trajo
               una antorcha y le enseñó a Draupadi el cuerpo de Kichaka. Le dijo:
                   —Mira, mi reina, le he matado, ¿estás feliz ahora? Los ojos de Draupadi estaban
               llenos de alegría, parecía la misma muerte en forma de mujer. Bhima retiró la antorcha y
               le dijo a Draupadi que se iba a sus aposentos y muy sigilosamente abandonó el salón de
               bailes.
                   Draupadi se quedó allí sola, llena de felicidad. Llamó a los guardias del salón y les
               dijo:

                   —Mirad el destino de este hombre que trató de molestarme. Yo le avisé de la furia de
               mis maridos gandharvas, pero no me hizo caso, ahora mi marido ha matado a Kichaka,
               venid y ved.
                   Los guardias trajeron muchas antorchas, entrando con ellas en el salón y lo que vieron
               causó terror a sus corazones. Apresuradamente fueron a anunciar a todo el mundo
               que el poderoso Kichaka había sido brutalmente destrozado por el marido gandharva
               de Sairandhri. La sala se llenó en un momento; sus parientes y los ciento cinco medio
               hermanos de Kichaka se apresuraron yendo hacia el lugar.

                   La reina y el rey fueron allí y derramaron lágrimas al contemplar los restos de Kichaka.
                   Los ritos funerarios comenzaron por la mañana. Colocaron el cuerpo de Kichaka bajo
               un palio y los hermanos de Kichaka de nombre upakichakas llevaban el cuerpo al lugar
               donde lo harían arder. Cuando vieron a Draupadi allí, de pie, apoyada a una columna
               mientras observaba las ceremonias, su ira contra ella fue terrible y se dijeron: « Nuestro
               querido hermano está muerto por culpa de esta mujer, él la quería; hagamos que la tenga,
               pongámosla también en la pira funeraria y quemémosla junto con nuestro hermano,
               eso complacerá a su alma. » Se acercaron a Virata con la petición de que debería darles
               permiso para quemar a Sairandhri con Kichaka. El rey no se atrevió a decir que no a los
               poderosos hermanos de Kichaka, permitiendo este acto. Los upakichakas atraparon a
               Draupadi y la ataron, colocándola en el féretro y diciéndole: « Lo justo es que te vayas
               con tu amante, no está bien que le abandones porque haya muerto. Debes seguirle a la
               morada de Yama a donde tú le has enviado. »

                   Draupadi lanzó un gemido que podía oírse por todo el palacio, dijo:
                   —Oh, mis esposos, Jaya, Jayesha, Vijaya, Jayatsena, Jayatbala, por favor venid a
               ayudarme. Los hermanos de Kichaka me llevan a la pira funeraria en los campos
               crematorios. Quieren quemarme con Kichaka, ¿dónde estáis mis queridos esposos? Por
               favor, rescatadme de este destino.
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