Page 184 - Egipto Tomo 1
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170               MEMPHI8. LAS PIRAMIDES
                la de un hombre. Acompáñannos tres garridos mancebos, uno de los cuales nos precede,
                desnudo de  pies,  y  saltando con gran  agilidad trepa á un peldaño, desde  el cual nos
                tiende la mano, en tanto que  el segundo, arrimando el hombro, nos impulsa hácia arriba
                y el tercero cogiéndonos por debajo del brazo acaba por levantarnos. A medias por impulso
                propio, y á medias por impulso ajeno se va ascendiendo, sin que esos picaros, ligeros
                como gamos,  os concedan un momento de reposo, áun cuando  lo pidáis para cobrar
                aliento ó enjugar el sudor que os baña la frente. Además de esto, en tanto dura la ascensión
                no callan un instante solicitando con verdadera insistencia alguna propina,  y  esto con
                tal importunidad  y  tales modos,  que  no  parece  sino  que  obran  con  la  deliberada
                intención de hacernos  olvidar  la  gratitud  que  se  les  debe por  el  servicio que  están
                prestando.
                  Al cabo se alcanza la cúspide. El vértice de la pirámide se ha derrumbado hace mucho
                tiempo, de manera que nos encontramos en una plataforma bastante espaciosa. En cuanto
                nuestros fatigados pulmones  el  precipitado  latir de nuestro pulso han recobrado  el
                                   y
                estado normal, y nos hemos librado de los «beduinos» que nos acosan para sacarnos los
                cuartos y para que les compremos antigüedades contrahechas, dirigimos al espacio nuestras
                miradas y cuanto más se prolonga la contemplación, y más nos dejamos subyugar por el
                encanto de tan maravilloso espectáculo, más se nos figura magnífico é incomparable. La
                fertilidad y la aridez, la vida y la muerte en parte alguna se encuentran como aquí, juntas,
                sin gradación alguna, sin solución de continuidad. Allá abajo, hácia el Este, corre espacioso
                el Nilo, salpicado de blancas velas latinas que hincha el viento: junto á sus orillas, cual
                alfombras de esmeralda, extiéndense los campos y las praderas, los jardines y los palmares:
                las aldeas, semejantes á nidos de pájaros escondidos entre la enramada, reposan á la sombra
                             al pié del monte Mokattam que en este momento brilla como  el oro,
                de las arboledas, y
                Y más tarde, á la puesta del sol, á la luz del crepúsculo vespertino se teñirá de matices
                rosados y violáceos, la ciudad de los califas, la perla del Nilo, la hermosa Cairo, dominada
                por su  formidable  ciudadela,  lanza  al  espacio  sus numerosas  mezquitas  y  gallardos
                alminares, entre los cuales descuella por su esbeltez y sus primores, que á gran distancia
                se  perciben,  el que  es gala  del mausoleo de Mohamed-Alí, en tanto que cual corona
                inmarcesible cíñela en derredor la verdura de sus jardines y arboledas. Imposible encontrar
                un cuadro más rico de frescura, de vida y  de  prosperidad:  los argentados hilos de los
                canales son como  la savia fecundante que brota de aquel campo de plantas lozanas. El
                cielo muéstrase completamente puro  y  con  todo  divísanse  sobre  la  llanura  pasajeras
                sombras:  prodúcenlas bandadas  de  pájaros que encuentran  aquí abundante  alimento.
                ¡Cuán pródigo es Dios en sus bondades y cuán hermoso es  el mundo!
                  Los beduinos se han marchado. Estamos solos en esta altura. La calma es completa.
                No  llega á nuestro  oido  el rumor más  insignificante.  Convertimos hácia  el Oeste  la
                mirada y nada más distinguimos que pirámides, tumbas y arena, arena por todas partes.
                Sobre este suelo ingrato no crece  el más insignificante arbusto,  la más pequeña brizna
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