Page 237 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO


                                                SUS ORÍGENES


                                      maginar podemos fácilmente el concepto que del Cairo
                                       tienen formado los musulmanes, recordando aquel
                                                    una noches en que, deshacién-
                                       cuento de las Mil y
                                       dose en alabanzas de Bagdad,  de la cual dice un
                                                                la Madre
                            habitante de Mosul que es la Ciudad de  los placeres y
                            del mundo, interrúmpele uno de los ancianos presentes,  diciéndole:
                            «Quien no ha visto el Cairo, nada ha visto: su tierra es oro en polvo;
                                                    el Nilo una verdadera mara-
                            »sus mujeres encantadores serafines;
                            villa.» Aquella noche Sheherazade, deshácese en alabanzas hablando
                            de la ciudad de las pirámides. «¿Qué vale, dice,  el placel de miiai
                            » cara á cara á la mujer querida, comparado con el que resulta de la
                            » contemplación del Cairo? Quien una vez lo ha visto convéncese de
                            » que no existe en el mundo espectáculo más grato para la vista; y si
                            » luego se piensa en la noche en que las aguas del Nilo han alcanzado
              »la altura apetecida, olvídase llevar á los labios la copa rebosante de licor, para no pensar
              »más que en el agua. Ante las sombrías arboledas de la isla de Rodas, sentirías tu corazón
              » arrebatado en trasportes de júbilo; mas en el Cairo, junto al Nilo, á la hora en que el sol en
              »su ocaso, envuélvele en un manto de deslumbrante fulgor, pareceríate nacer á nueva vida al
              »impulso suave de las brisas que se deslizan á lo largo de las umbrosas riberas.»
                Diráse acaso que cuanto precede no son más que palabras sonoras, con las cuales la
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