Page 34 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA ANTIGUA
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En esto se hace traer la manteleta y el precioso sombrerillo; y luego encargando el niño
al aya, manda que hagan entrar el perro á casa, que cierren bien la puerta, y sale corriendo
con su amiga á la calle, camino del Bruchium junto al palacio íeal.
Sin novedad llegan entrambas, á pesar del gentío, hasta la puerta del mismo: pero aquí
son mucho mayores la confusión y las apreturas, tanto que Praxínoa grita:
«-¡Dame la mano, Gorgo, y tú, Eunoa, cógete de Eutiquis y no la sueltes ni te separes
de nosotras si no quieres extraviarte! Entremos todas juntas. No te separes, Eunoa. ¡Ay de
mí. me han rasgado el velo, Gorgo! Por Júpiter, si no quieres experimentar desgracia^
arrogante mancebo, haz por no estropear mi manteleta.»
El gálan así interpelado pide mil perdones, y en cuanto ha penetrado la comitiva en el
interior, Eunoa se echa á reir y dice:
«—Magnífico, al fin estamos dentro, como dice el que encierra á la desposada.»
Sigamos á las siracusanas por el Bruchium, y por el palacio real. Levantábase éste al
oriente del puerto, á la izquierda del sitio donde se eleva actualmente la aguja de Cleopatra,
al Sur del cabo Lochias, que hoy apenas se distingue. Preciosos jardines rodeaban las
habitaciones de los Tolomeos, las cuales contenían la fundación más célebre de la dinastía
de los Lágidas, esto es, el Museo con su biblioteca, situado á continuación de las mismas.
Si nuestras siracusanas habían partido realmente de las cercanías de la puerta del Sol,
debieron por fuerza atravesar el mercado, y desde él dirigirse después durante breve espacio
hácia levante por la calle de Ivanopa. Después tomando una calle á la izquierda, llegarían á
las inmediaciones del Circo del anfiteatro, donde se les ofrecerían tarjetas con el programa
de las piezas que se habían de representar, y billetes escritos sobre cuerno ó marfil para la
función. Empero resistieron semejante tentación, prefiriendo descansar en los jardines
situados en la montaña artificial del Soma, mausoleo de Alejandro.
El cadáver del gran fundador de la ciudad había sido llevado allí desde Babilonia por el
primer Tolomeo, que lo encerró en un sarcófago de oro, en el cual permaneció hasta que un
soberano degenerado de la dinastía de los Lágidas, mandó fundir el precioso metal,
sustituyendo aquel por una caja de vidrio.
Las siracusanas se dirigirían probablemente por la acera, por cuanto la calzada que á
través del Bruchium conducía desde el palacio real á la gran vía, estaba destinada exclusi-
vamente á los cortesanos. Llamábase Via Real, era amplia y espaciosa , y á ella se referia
indudablemente Euclides cuando instado por Tolomeo Sóter para que le indicara un medio
que le permitiera comprender más fácilmente sus teoremas, le contestó ingeniosamente:
«En matemáticas no existe via real.»
El Gimnasio, situado á la derecha de la via, estaba desierto en aquel momento, por la
sencillísima razón de estar de vacación la juventud alejandrina con motivo de la festividad del
dia. También reinaba el silencio en los patios y salones del Museo, por cuanto el rey había
invitado á su mesa á los habitantes más distinguidos.
En cuanto á nuestras siracusanas penetrarían hasta el vestíbulo del palacio, donde,