Page 377 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO                    293
              las fecundas parras de las cuales pendian racimos blancos y rojos, las higueras, los almendros,
              coriandros, melones, pepinos é innumerable variedad de legumbres y hortalizas, entre los
              cuales debe hacerse mención del sabroso espárrago de Egipto . famoso ya en los tiempos más
              antiguos. Según otro escritor los jardines del  califa, además de las plantas raras que se
              encuentran en nuestros jardines, tenían palmeras, cuyo tronco hallábase revestido de planchas
              de metal dorado, y debajo de las cuales se ocultaban ciertos tubos por los cuales salían aguas
              cristalinas que parecían brotar del árbol. Con las flores que crecían en los acirates, cuidado-
              samente dispuestas y recortadas se trazaban adornos é inscripciones, y en los cenadores ó
              glorietas, dispuestos para tomar  el
              fresco, acariciaba  el oido el rumor de
              pequeños surtidores y el trinar de pin-
              tados  pajarillos que anidaban en los
              canastillos  pendientes de  la techum-
              bre, en tanto que cruzaban las avenidas
              pavos reales y otras aves de hermoso
              plumaje. Muchas de  las plantas que
              hoy poseemos proceden de Oriente, ha-
              biendo llegado á nosotros, mejoradas,
              por  el intermedio de los árabes  : en
              suma,  el mundo legendario de  este
              pueblo seria inconcebible sin  la exis-
              tencia de los jardines, ya que sólo en
              ellos puede contemplar el cielo, descu-
              bierta la faz, el rostro bellísimo de las
              hermosas, que son preciado ornamento
              del harem: razón por la cual su interior
              está fuera del alcance de las miradas
              del transeúnte, que podría entablar por
              medio de ellas amores secretos.
                Hasta los mismos templos, por más que en su interior ofrecieran tesoros de magnificencia,
              en su exterior eran pobres y hasta humildes, debiendo fijarnos exclusivamente en la puerta
              principal, en los frisos, en los alminares y en los bellísimos adornos que revisten la cúpula,
              si queremos formarnos idea de la habilidad que distinguía á los arquitectos y escultoi’es, que
              durante la época dejos fatimitas habian conseguido emplear en las paredes de las mezquitas
              y de los palacios los complicados arabescos y las gallardas inscripciones que durante mucho
              tiempo aplicaron á los tejidos, sacando de ellos, para las superficies planas  , un sistema
              de decoración que al par hablaba á la imaginación y al sentimiento artístico, á la reflexión
              v al deseo de instruirse.
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                Escasos son los restos que se conservan de los edificios construidos en dicha época,
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