Page 374 - Egipto Tomo 1
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                  290                      EL CAIEO
                        ¡Mirad como los jazmines  Que beba por la mañana
                       En el huerto resplandecen  Está mandado al creyente;
                       Olvida sus penas todas    El tiempo es húmedo y frió.
                       Quien por la mañana bebe.  Y calentarse conviene.
                   Finalmente, Ibn-Hazmun se burla así de la hipocresía de los anacoretas y derviches:
                        No es un crimen beber vino;  La g-arg-anta se les seca
                       Poco el precepto me asusta;  Con tanta oración nocturna,
                       Hasta los mismos derviches  Y á fin de que se refresque
                       Lo beben y disimulan.     Vino en abundancia apuran.
                                    Mi casa es cual sus ermitas
                                    Lindas muchachas figmran
                                    Los muecines; y los vasos,
                                    No las lámparas me alumbran h
                   Para formarse idea del consumo que se hacia de vino en Egipto, en la época á la cual
                 nos referimos, bastará consignar que el impuesto que satisfacía dicho licor llegó á producir
                 mil dinares en un dia. Los monjes cristianos lo bebían también, y el poeta Ibn-Hamdis que
                 vivía en la época de los fatimitas describe con alegres toques una noche que pasó bebiendo
                 con sus camaradas en un monasterio de Sicilia, en cuya tierra se dan los mejores moscateles
                 del mundo, y en la cual por una moneda de plata le dieron «oro líquido.»
                   Los príncipes y los magnates tenian en sus palacios vajillas de oro y de plata, de las
                 cuales formaban parte fuentes de ónice y de otras piedras no ménos ricas. Los mangos de los
                 cubiertos y  cuchillos eran de jaspe y de cornalina; los vasos de cristal de roca, y muchos y
                 variados los objetos de vidrio tallado y de diferentes colores. Pero al paso que las piezas de
                 recibo, mandara y el harem deslumbraban por su lujo, las habitaciones que correspondían á
                 la calle estaban dispuestas con gran sencillez  ; y es que la desconfianza , los celos y el temor
                 que inspiraban la codicia do los príncipes y la envidiosa mirada de los transeúntes, especial-
                 mente durante el reinado de los últimos sultanes, ponían á los ricos en el caso de no hacer
                 pública ostentación de sus tesoros.
                   Los jardines eran también objeto de singulares cuidados, resultando de aquí que los
                 árabes fueran en el particular los más entendidos en el arreglo y disposición de los mismos.
                 Los poetas y los prosistas de aquel tiempo hacen grandes elogios de su magnificencia:  el
                 viajero Abn Beker  el-Heraví,  conocido  entre los árabes por Kiselak por haber puesto
                 muchas veces su nombre sobre los monumentos, entre las plantas que dice haber visto en los
                 jardines egipcios, nos habla de rosas de tres distintos colores, de dos especies de jazmines y
                 llores de loto, de mirtos, de junquillos, de crisantemas, de violetas blancas de suavísimo olor,
                 de alelíes y claveles, citando entre los árboles que en los mismos se cultivaban el limonero,
                 la palmera que ofrecía sus frutos en diferentes estados de madurez, los bananos, el sicomoro,
                  1  Quien quiera más noticias, y más composiciones sobre el aprecio en que los musulmanes tenian «el grato licor de la cepa,» puede
                 consultar la obra referida, en la acabada traducción debida á la pluma, del Excmo. Sr. D. Juan Valera.
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