Page 383 - Egipto Tomo 1
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300                     EL CAIRO
                los musulmanes, cuyo país y costumbres estaba estudiando, descansa  el más concienzudo
                escritor de viajes de los tiempos modernos, el sapientísimo J. L. Burckhardt.
                  Las puertas que dejamos mencionadas fueron construidas por los visires, no por los
                califas que gobernaban en  el tiempo en que  se  edificaron,  circunstancia que  constituye
                un hecho sumamente  significativo. En  efecto: desde  el tiempo de Mustansir los visires
                ejercieron de cada vez mayor influencia en los destinos de Egipto, del Cairo y de la dinastía
                fatimita, que habiendo contado todavía ocho príncipes después de Hakim, acabó por extin-
                guirse de un modo tan miserable como brillantes habían sido sus principios. El califato de
                Egipto recibió  el golpe mortal en tiempo del degradado Adid, ménos por resultado de las
                victorias que alcanzaron sobre los últimos representantes de la dinastía fatimita las armas
                triunfantes de la primera cruzada, que por los celos y ambiciones de los altos dignatarios del
                Estado, los visires, continuamente en lucha unos con otros. De ellos, uno de los últimos,
                Schaur, con el propósito de consolidar su situación, pidió auxilio á Nur ed-din, príncipe de
                Alepo, y abrió las puertas de Egipto á los mercenarios kurdos del príncipe  siriaco, que
                mandaban Shirkuh y su joven sobrino  el célebre Salakh ed-din (Saladino) hijo de Evub.
                Después de numerosas vicisitudes, y no obstante haber el visir, sin el menor escrúpulo,
                solicitado el auxilio de los cruzados, pereció á manos de los kurdos. Muerto Shirkuh, tomó
                Saladino  el mando, al principio á nombre del último fatimita Adid, al cual tenia encerrado
                en un palacio en compañía de sus mujeres; pero muerto éste, en calidad de sultán indepen-
                diente, bien que sin tomar el nombre de califa, para lo cual tuvo en cuenta la circunstancia
                de ser sumsita, y juzgar, en consecuencia, que ofrecia mayores garantías de seguridad para
                su persona, que en  las mezquitas del Cairo  se orara para  el príncipe abbasida, cuyas
                creencias eran las suyas. A partir de este hecho presidió los destinos del Egipto una nueva
                dinastía, la de los Eyu bitas, que tomó su nombre de Evub, padre de Saladino.
                  Las hazañas llevadas á cabo por éste; su carácter bondadoso y caballeresco, y su libe-
                ralidad y esplendidez le han valido un puesto de honor en la poesía y en la leyenda europeas,
                más elevado indudablemente que en  las de los orientales.  Gualtero de Vogelweide para
                excitar la liberalidad de los alemanes prorumpia en estas palabras: «Acordaos del magná-
                nimo Saladino, y al decir magnánimo quiero decir franco y liberal.» Dante le concede un
                sitio especial en el círculo en que se encuentran los paganos más distinguidos
                                   «Y solo, á un lado, yo vi á Saladino.»
                  Finalmente, Lessing y  Walter-Scott han  contribuido á que  se mantuviera viva en
                Occidente la memoria del hijo de Evub. Su valor y su pericia determinaron la pérdida de
                Jerusalen mas esto no fué obstáculo para que la caballería cristiana reconociera en Saladino
                      ;
                grandes prendas de carácter, hasta  el punto de considerarle uno de los suyos  :  la leyenda
                pretende que su madre era cristiana, y que se hizo armar caballero de la orden del Temple
                por su prisionero Hugo de Tiberiades. Xo es esto decir que no se encuentren lunares en su
                vida; pero con todo esto fué un verdadero héroe y un cumplido caballero,  el único de su
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