Page 387 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO 307
»Oriente, sin que se vean jamás en el Occidente, que sólo de tarde en tarde oye hablar
»de ellos.»
«Después de muchas vueltas y rodeos al través de infinitas cámaras, capaces de detener
»al que más prisa tuviera, llegaron al palacio real propiamente dicho, en el cual lo numeroso
»de las tropas
y la inmensa muchedumbre de servidores lujosamente arreados, revelaban la
» incomparable magnificencia de su señor, así como la esplendidez, que por todas partes se
_
» \eia, denunciaban las inmensas riquezas de que era dueño. En cuanto fueron admitidos é
» introducidos al interior del palacio, el sultán prestó á su señor el acostumbrado homenaje,
otra vez hasta tocar el suelo con la frente, honrándole v áun
» humillándose una y
»adoi ándole como no se ve en parte alguna con persona humana. Al humillarse por tercera.
»vez, deponiendo al par la espada que del cuello le pendía, descorriéronse las cortinas de oro
»\ preciosísimas perlas bordadas, y dejaron de manifiesto el trono erigido en el comedio de
»la sala, ocupado por el califa, que con el rostro descubierto,
y vistiendo un traje mejor
»que el del más ostentoso soberano, permanecía sentado en un sillón de oro macizo,
» teniendo á su rededor un reducido número de eunucos.»
Una vez más la palabra escrita ha excedido en duración á la piedra y al metal. La
ciudadela del Cairo ofrece todavía algunas partes cuya antigüedad remonta á la época del
fundador: mas á su lado se ven nuevas construcciones, antiguas unas, otras modernas, otras
contemporáneas, que han exigido la ruina de las anteriores. El castillo ofrece un laberinto
fantástico de patios, de pasadizos meándricos, de cuarteles y de palacios, de paredones
inmensos cortados á pico y de rincones oscuros y temerosos, en los cuales háse cometido
más de un homicidio. Es indispensable considerarlo como un todo, y sin embargo se hace
imposible indicar cuáles son los elementos de que este todo se halla formado, y de qué
manera se hallan enlazadas estas partes tan distintas y desemejantes. Aquí los alminares
más esbeltos y elevados que existen en el Cairo, y que en la apariencia se remontan hasta las
nubes; á su pié el pozo más profundo que pueda imaginarse puesto que se hunde hasta bajo
el nivel del Afilo: una antigua muralla, medio derruida, para cuya construcción se echó mano
de las piedras de las pirámides, al lado de una pared fabricada de alabastro, que cierra los
patios y el recinto de una mezquita de moderna construcción: un palacio espléndido-
levántase orgulloso junto á un templo medio derruido: más lejos una antigua mezquita
convertida hoy en almacén de granos : un ala de un palacio decorado en otro tiempo con
singular riqueza sirve hoy de cuartel.
Al salir de una calleja estrecha en la cual difícilmente se puede respirar, se penetra en un
espacio que llena el aire puro del desierto, desde el cual puede espaciarse la mirada en todas
direcciones hasta la más remota lontananza. A nuestros piés se agita una densa muche-
dumbre sobre la espaciosa plaza de Ruínele, en la cual desemboca el antiguo Karameidan,
al presente plaza de Mahoméd-Alí. La magnífica mezquita de Hassan que domina dicha
plaza, cuenta próximamente dos siglos menos que la ciudadela; pero desde los tiempos de
Saladillo congréganse en dicho espacio grandes y pequeños para entregarse á toda suerte de