Page 450 - Egipto Tomo 1
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fortuna, encumbrado á lo más alto del templo de las riquezas? En la mente de los vecinos
del Cairo permanecían vivas las imágenes de seres y de hechos que correspondían perfecta-
mente á los acontecimientos y á los personajes mencionados en los cuentos que oyera narrar,
no necesitándose más para que la imaginación oriental fundiera en el crisol de su ingenio el
contenido de las antiguas historias para que de él salieran nuevas formas más seductoras y
animadas. En el reinado de Kansuwe el—Ghuri llegó á su apogeo el gusto por los cuentos
orientales, pudiéndose suponer, con notorio fundamento, que data de dicha época la trans-
una noches, que en su mayoría hacia
cripción ó recopilación de las narraciones de las Mil y
mucho tiempo se transmitían de unas á otras generaciones por medio de la tradición oral.
Por medio de dichas narraciones habían en un principio las tribus errantes del desierto
amenizado las fatigas de la peregrinación y el tedio del descanso: más adelante los habitantes
de las ciudades echaron mano de ellas para olvidar las amarguras de la vida; y por último
empleáronse para interrumpir la monotonía de los placeres en el interior del harem. Los
narradores de historias ó cuentos pueden dar libre expansión al vuelo de su fantasía . en e^to
no hav quien les vaya á la mano ; pero al propio tiempo han de reunir grandes condiciones?
para desenlazar por manera ingeniosa,. siquier fantástica, los mil y mil incidentes con que han
complicado la narración , y envolver en deleitosa poesía la lección filosófica que en la misma
han encerrado. Se ha dicho, con tanta profundidad como ingenio, que la poesía de los árabes?
puede compararse perfectamente á las obras que han producido sus artes plásticas, y en
sentencias del Coran se ponen á los ojos del creyente en los?
efecto, así como las máximas y
frisos de las mezquitas, sobre los ingeniosos y 7 bellísimos entrelazados en que tan fecundo?-
fueron aquellos artistas, las lecciones de conducta que en los cuentos se encienan, espieciso,
para que se acepten con agrado, que vayan envueltas en los dulces atractivos de la más
bella poesía.
Es indudable que los cuentos orientales y los arabescos son, si así nos es lícito expresarnos,
7 por lo misino son digno? del mayor apiecio,
impalpables formas de aquella lozana fantasía; y
cual acontece en todo aquello que en el campo de la belleza
ha llegado á la plenitud y á la madurez de su perfección. La
religión árabe rechaza las imágenes y los símbolos; n- conoce
misterio alguno, v á su frió deísmo responden las desnudas
paredes de las mezquitas levantadas durante los primeros
siglos del Islam. Completamente desprovistas de todo adorno,
producen en el ánimo un efecto parecido al que resulta de la
contemplación de un país cuy 7 os montes carecen de todo
vestigio de vegetación; pero al cabo de poco tiempo, sin que-
ORNATO DEL MÍMBAR DE LA MEZQUITA
brantar por esto las prescripciones religiosas, tratóse, y se DE EL—GHURI
consiguió por felicísima manera, de comunicar vida á la
piedra y de disimular su rudeza y pesadez, echando mano para c e esas narracioue? en
arabescos, de esas poesías en colores, de que se hallan cubiertos sus muros, y de los cuales