Page 12 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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Shoggoths en flor            [5]




                                                    Elizabeth Bear


               —Verá, profesor Harding —dice el pescador mientras su barco, el Bluebird,
               surca la bahía de Penobscot—. ¿Qué quiere que le diga? Las gelatinas no nos
               molestan y nosotros no las molestamos a ellas.

                    No  puede  tener  más  de  cuarenta  años,  pero  su  piel  se  ve  arrugada,  las
               manos curtidas por el trabajo y su cara recuerda vagamente al cuero en textura
               y en color. Debe de tener aproximadamente la edad del profesor Harding, que
               lo mira sin poder disimular su interés mientras el pescador se afana sobre el
               motor  del  Bluebird.  Podría  ser  un  veterano  de  la  Gran  Guerra,  igual  que

               Harding.
                    Pero Harding no se lo menciona. No serviría para establecer una relación
               de camaradería: no han combatido en las mismas unidades ni visto morir a sus

               compañeros en las mismas trincheras.
                    Las  cosas  no  funcionan  así,  y  menos  con  un  pescador  de  Maine,  que
               simplemente menearía la cabeza, rechazaría estrecharle la mano y le diría, sin
               dejar  de  mascar  tabaco  pensativamente:  «Conque  “Doctor”  Harding,  ¿eh?
               Vaya,  vaya.  Nunca  había  conocido  a  un  profesor  negro»,  y  a  continuación

               tiraría  por  la  borda  cualquier  intento  de  Harding  por  entablar  conversación
               sobre los disturbios provocados por una fantástica dramatización radiofónica
               sobre una invasión extraterrestre de Nueva York de la que no habían pasado

               ni dos semanas.
                    Harding está cruzado de brazos y lleva las manos metidas bajo las axilas
               para  que  el  pescador  no  las  vea  temblar.  Tiene  suerte  de  estar  ahí.  Tiene
               suerte de que alguien haya querido llevarlo. Tiene suerte de poder disfrutar de
               una interinidad en Wilberforce que ahora mismo corre el riesgo de perder.

                    La  bahía  está  lisa  como  un  espejo  y  la  estela  del  Bluebird  la  atraviesa
               como un trazo de tiza una pizarra. Un grupo de rocas brilla con la luz del
               amanecer, de color sorbete de melocotón. Las rocas son negras y sombrías,

               están desgastadas por el mar y tienen los bordes irregulares. Pero por encima
               de ellas la luz se refracta a través de una capa translúcida de gelatina de casi



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