Page 16 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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Harding se reprocha su romanticismo por habérsele ocurrido esa imagen.

               Los  shoggoths  están  aletargados  y  no  tienen  cerebro;  es  ridículo
               imaginárselos soñando. En cualquier caso, lo que más teme es el metro de
               agua oscura que tiene que salvar de un salto y la subida por las rocas llenas de
               algas resbaladizas.

                    La piedra mojada brilla entre las algas que cubren las rocas en la zona
               intermareal. Ahí debe saltar Harding, ya que el shoggoth, que está en flor, se
               retira por encima del nivel del mar. Es la única fase de su vida en la que tiene
               los pies secos. Y el único momento de su vida en que puede acercársele un

               hombre sin escafandra.
                    Harding comprueba que lleva el equipo de muestras, las botas y la navaja.
               Se prepara, mira por encima del hombro hacia donde está el pescador —que
               levanta un pulgar en señal de aprobación— y salta del Bluebird, apuntando

               con sus botas de agua a la desolada lengua de tierra.
                    Florecer  en  noviembre  parece  una  especie  de  obstinación  malsana  por
               parte de los shoggoths. Cuando todo el hemisferio norte se está preparando
               para  el  intenso  frío,  estos  animales  suben  de  las  profundidades  para

               empaparse de los últimos rayos solares y producir flores de intensos colores
               más propias del mes de mayo.
                    El  Atlántico  Norte  es  gélido  y  traicionero  hacia  finales  de  año;  ningún
               hombre sensato se arriesgaría a sufrir su cólera. El trabajo que realiza Harding

               no es de relumbrón, de esos que atraen el dinero de las becas… al menos en
               su  fase  inicial.  Sin  embargo,  Harding  sospecha  que  los  shoggoths  podrían
               tener  una  utilidad  farmacológica.  Cualquiera  sabe  qué  valiosos  compuestos
               podrían aislarse a partir de su carne gelatinosa.

                    Y  en  esa  dirección  hay  un  puesto  permanente,  y  la  seguridad,  y  un
               presupuesto para investigación.
                    Solo hay que dar un salto, largo y resbaladizo.
                    Harding aterriza y consigue agarrarse, y aunque una bota da contra una

               excrecencia, no resbala por la roca hasta el mar. Se aferra a la piedra, clava
               las uñas y agarra un puñado de algas. No se cae.
                    Estira el cuello hacia atrás. Hay bajamar y el shoggoth está a un metro por
               encima de su cabeza. Su brillante borde inferior le recuerda al borde roto de

               un glaciar. También está inmóvil como un glaciar. Si Harding solo lo juzgase
               por su aspecto, podría tomarlo por un ser inanimado.
                    Con mucho cuidado se gira y se coloca de espaldas a la roca. El Bluebird
               cabecea suavemente en la fría mañana. Es el 9 de noviembre y ya ha nevado.

               No ha cuajado, pero ha nevado.




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