Page 19 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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brazadas violentamente para subir a la superficie, ya que las olas son más
fuertes de lo que había previsto. Necesita el impulso de la zambullida para
evitar que las olas vuelvan a arrastrarlo contra las rocas.
No va a alcanzar el barco.
Lo golpea el chaleco de corcho. Consigue meter un brazo, pero no la
cabeza. El agua salada, acre y helada, le escuece en los ojos, la garganta y la
nariz. Se agarra con fuerza, porque no puede hacer otra cosa, pero ya tiene los
dedos entumecidos. Nota un tirón, una sacudida, y casi se le escapa el chaleco
salvavidas.
Acto seguido, nota que se mueve por el agua, que lo están remolcando, y
se golpea con fuerza contra el costado del Bluebird. Las manos del pescador
lo agarran de la muñeca, pero Harding tiene la piel demasiado entumecida
para notar el escozor de la rozadura. Da patadas intentando apoyar un pie.
Con las caderas y las espinillas magulladas, consigue subir por la borda del
barco.
Está temblando bajo una manta de lana azul marino cuando de repente cae
en la cuenta de que ha sido el pescador quien se la ha echado por encima.
Entre las manos tiene un termo con café. Harding se pregunta —y en eso
reconoce distraídamente una clásica ideación disociativa— si en Estados
Unidos se podrán seguir comprando productos alemanes. Quizá algún día el
termo abollado del pescador se convierta en una pieza de colección.
No consiguen volver al puerto antes de que empiece a llover.
§
Supuestamente, el día siguiente amanecerá frío y despejado, y la lluvia no
será más que un anuncio pasajero del invierno. Harding lamenta haber
perdido tantos días por culpa del mal tiempo y de los pescadores obstinados,
pero al menos sabe que al día siguiente tendrá quien lo lleve. Eso significa
que puede pasarse la tarde investigando en lugar de recorrer los muelles en
busca de algún capitán dispuesto a llevarlo.
Vuelve a calzarse las botas de agua, le da las gracias al pescador y regresa
a pie al hostal, el único del pueblo abierto en noviembre. Media hora después,
limpio, seco y aún tembloroso, se plantea qué hacer a continuación.
Después de la Gran Guerra vivió en Harlem durante una temporada: aún
recuerda los altercados, la música y la sensación de pertenecer a una
comunidad. Su madre sigue allí, envejeciendo elegantemente como una flor
en una jardinera acristalada. Él se marchó para asistir a la universidad en
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