Page 23 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
P. 23

aquí, pero no se lo diga a nadie. Ya no me dejarían en paz.

                    —¿Y de dónde era?
                    —De White River Junction —contesta Burt entre dientes, y Harding ya no
               es capaz de detectar si el tono es de ironía socarrona o de profunda vergüenza
               personal—. En Vermont.

                    Se acaban el whisky en silencio. Les quema la garganta y se quedan allí
               sentados  durante  unos  segundos  hasta  que  Harding  se  excusa  para  ir  a  la
               biblioteca.
                    —Póngase el abrigo, Paul —le dice Burt—. Aún está lloviendo.




                                                            §


               A diferencia de la taberna, la biblioteca está vacía. No hay nadie aparte del

               bibliotecario que, nervioso, levanta la vista al ver entrar a Harding. A este le
               da vueltas la cabeza por el alcohol, pero al menos está entrando en calor.
                    Coloca  el  abrigo  sobre  un  radiador  de  vapor  y  echa  a  andar  hacia  el
               estante 595: «ciencia, invertebrados». Casi todos aquellos libros se encuentran
               también en su biblioteca personal, pero hay uno —una monografía de 1839 de

               un profesor de Harvard sobre los animales marinos del noreste— en el que
               tiene puestas sus esperanzas. Según el índice, hace referencia a los shoggoths
               (bajo su antiguo nombre de «gelatinas sumergibles») en las páginas 46, 78 y

               133 a 137. Además, hay una ilustración en las páginas 120 y 121 que Harding
               reserva para el final. Pero las primeras dos menciones son de pasada, y las
               páginas 133 a 138, ambas incluidas, han desaparecido. Alguien las ha cortado
               con  una  cuchilla,  tan  limpiamente  que  Harding  tiene  que  pasar  las  páginas
               hacia delante y hacia atrás varias veces para estar seguro de que faltan.

                    Se queda allí parado, en cuclillas y con un codo apoyado en una mesa de
               madera clara llena de marcas. Al llevarse la mano derecha a la frente, el libro
               se abre de manera natural para mostrar la mutilación.

                    Quienquiera que cortase las páginas, también dañó la encuadernación.
                    Harding pasa el pulgar por la juntura y no se percata de que el filo del
               papel le corta la piel hasta que ve la sangre y aparta la mano. Con retraso,
               pero el corte le escuece.
                    —¡Ah! —exclama, y se mete el pulgar en la boca. La sangre le sabe a

               mar.



                                                            §





                                                       Página 23
   18   19   20   21   22   23   24   25   26   27   28