Page 27 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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Quizá después de todo se trate de un método de reproducción, o de un

               modo de compartir material genético.
                    Al regresar al hostal encuentra un sobre abultado metido a presión en su
               casilla y cena  sentado en  su cama  alquilada con  la mesilla  de noche como
               escritorio para poder leer mientras come del plato. La información extraída de

               la monografía del profesor Gilman está reproducida en siete hojas amarillas
               de papel contable con una letra minuciosa; está claro que Marshland habrá
               reclutado a uno de sus alumnos de posgrado para hacerle de copista. Según el
               matasellos, la carta se envió desde Arkham, lo cual explica que haya llegado

               tan rápido; el alumno no se la había llevado de vuelta a New Haven.
                    Cuando  va  por  la  mitad  de  la  página,  Harding  aparta  el  plato  y
               distraídamente mete la mano en el bolsillo de su chaqueta. Allí está el vial con
               el  primer  nódulo  de  cristal,  como  un  talismán,  y  a  Harding  le  sorprende

               encontrarlo tan frío al tacto que parece que esté resbaladizo, casi congelado.
               Da un respingo y lo saca del bolsillo. Salvo donde lo han rozado sus dedos y
               la tela, el tubo está húmedo y congelado.
                    —¿Pero qué demonios…?

                    Harding quita el corcho con la uña del pulgar y vuelca el vial para que el
               extraordinario nódulo caiga en la palma de la mano. Está frío también, helado
               como un cubito de hielo, y no se calienta al tocarlo.
                    Con cuidado y mucha inseguridad, lo deposita junto al borde de la mesa

               donde están apoyados sus papeles y el plato, y lo empuja con la punta del
               dedo.  Solo  se  oye  un  leve  «tic»  al  balancearse  sobre  sus  protuberancias  y
               golpear contra la madera encerada de pino. Harding se queda mirándolo con
               recelo durante un segundo y vuelve a coger las páginas amarillas.

                    En su mayor parte, la monografía no dice más que tonterías. Está escrita
               veinte años antes de la publicación de El origen de las especies de Darwin, y
               acepta  sin  cuestionarlas  las  teorías  del  jesuita,  soldado  y  botánico  Jean-
               Baptiste  Lamarck.  O  sea,  que  Gilman  suponía  que  la  herencia  blanda  —la

               heredabilidad  de  rasgos  adquiridos  o  estudiados—  era  una  realidad.  Pero  a
               diferencia  de  todos  los  demás  artículos  que  Harding  ha  leído  sobre  los
               shoggoths,  en  aquel  pasaje  sí  se  mencionan  los  nódulos.  Además,  hace
               referencia a unas antiguas leyendas indias sobre las «gelatinas sumergibles»

               muy interesantes; entre ellas destaca una historia creacional según la cual los
               shoggoths serían el primer experimento vital de su creador, algo procedente
               de los días más antiguos del mundo.
                    De  algún  modo,  Harding  vuelve  a  tener  la  bolita  verde  en  la  mano.

               Sorprendentemente,  al  moverla  entre  los  dedos  no  se  calienta,  sino  que  se




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