Page 25 - La sangre manda
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a las minúsculas oscilaciones del Dow Jones. Estaba instruyéndose justo ante

               mis ojos.
                    —Pero… —dijo sin apartar la vista del móvil.
                    —Pero ¿qué, señor Harrigan?
                    —En manos de una persona que conozca realmente el mercado, algo así

               podría…, seguro que ya está ocurriendo… —Al sumirse en sus reflexiones,
               su voz se apagó poco a poco. Luego añadió—: Debería haber estado al tanto
               de esto. Estar retirado no es excusa.
                    —Y  aquí  tiene  la  otra  cosa  —dije,  demasiado  impaciente  para  seguir

               esperando—. ¿Sabe toda esa prensa que recibe? ¿Newsweek, Financial Times,
               Fords?
                    —Forbes —me corrigió, pendiente aún de la pantalla. Me recordaba a mí
               mismo  a  los  cuatro  años,  cuando  examinaba  la  Bola  8  Mágica  que  me

               regalaron por mi cumpleaños.
                    —Sí, eso. ¿Me deja un momento el teléfono?
                    Me lo entregó con cierta renuencia, y casi tuve la total certeza de que lo
               tenía en el bote. Me alegré, pero también me avergoncé un poco de mí mismo.

               Como un hombre que golpea en la cabeza a una ardilla amaestrada cuando se
               acerca a coger una nuez de su mano.
                    Abrí Safari. Era mucho más primitivo que hoy día, pero funcionaba de
               maravilla. Introduje Wall Street Journal en la casilla de búsqueda de Google y

               al  cabo  de  unos  segundos  se  abrió  la  primera  plana.  Uno  de  los  titulares
               rezaba: COFFEE COW ANUNCIA CIERRES. Se lo enseñé.
                    Miró atentamente y luego cogió el periódico de la mesa contigua al sillón,
               donde yo había dejado su correo al entrar. Echó un vistazo a la primera plana.

                    —Eso aquí no sale —dijo.
                    —Porque es de ayer —repuse. Yo siempre sacaba el correo de su buzón al
               llegar, e invariablemente el Journal envolvía a todo lo demás, sujeto con una
               goma elástica—. Lo recibe un día tarde. Como todo el mundo. —Durante las

               fiestas, llegaba con dos días de retraso, a veces tres. De más estaba decírselo;
               él despotricaba continuamente al respecto durante noviembre y diciembre.
                    —¿Esto  es  de  hoy?  —preguntó,  mirando  a  la  pantalla.  Luego,  tras
               verificar la fecha en lo alto, añadió—: ¡Sí, lo es!

                    —Claro —dije—. Noticias recientes en lugar de pasadas, ¿no?
                    —Según esto, hay un mapa de los locales que cierran. ¿Puedes enseñarme
               cómo se llega hasta ahí? —Traslucía una manifiesta avidez. Me asaltó cierto
               temor. Había mencionado a Scrooge y a Marley; yo me sentí como Micky







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