Page 73 - La sangre manda
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su padre nos llevaban, claro) y a magrearnos en la última fila. Todas esas
cosas tan pegajosas propias de chicos que están perfectamente bien.
Mi enamoramiento de la señorita Hargensen murió de muerte natural, y
bien estuvo, porque eso dio paso a la amistad. A veces yo llevaba plantas al
aula, y los viernes por la tarde, después de clase, la ayudaba a limpiar el
laboratorio, que compartíamos con los alumnos de química.
Una de esas tardes, le pregunté si creía en los fantasmas.
—Teniendo en cuenta que es científica y tal, imagino que no —comenté.
Ella se rio.
—Soy profesora, no científica.
—Ya sabe a qué me refiero.
—Supongo, pero sigo siendo una buena católica. O sea, creo en Dios y en
los ángeles y en el mundo espiritual. En cuanto al exorcismo y la posesión
demoníaca, ya no estoy tan segura, me parece excesivo, pero ¿los fantasmas?
Dejémoslo en que aún no me he decidido. Desde luego nunca asistiría a una
sesión espiritista ni haría el tonto con un tablero de güija.
—¿Por qué?
Estábamos limpiando los fregaderos, tarea que en principio correspondía a
los alumnos de química antes del fin de semana pero casi nunca hacían. La
señorita Hargensen interrumpió la limpieza; sonreía. Quizá un poco
abochornada.
—La gente de ciencias no es inmune a la superstición, Craig. Creo que no
conviene hacer el tonto con las cosas que uno no entiende. Mi abuela decía
que una persona no debe emplazar a nadie a menos que quiera una respuesta.
Siempre me ha parecido un buen consejo. ¿Por qué lo preguntas?
No tenía intención de contarle que Kenny me rondaba aún por la cabeza.
—Yo soy metodista, y hablamos del Espíritu Santo. Solo que en la Biblia
del rey Jacobo se lo llama Fantasma Santo. Posiblemente estaba pensando en
eso.
—Bueno, si los fantasmas existen —dijo ella—, seguro que no todos son
santos.
Todavía quería dedicarme a escribir de una manera u otra, aunque mi
ambición de ser guionista se había enfriado. El chiste del señor Harrigan
sobre el guionista y la starlet acudía a mi memoria de vez en cuando, y había
empañado un tanto mis fantasías sobre el mundo del espectáculo.
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