Page 209 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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creyentes dejó a éstos reducidos a una masa temerosa y obediente al
poder recién instituido que actuaba sobre los hombres en nombre de
Dios. Y eso era cierto, porque estaba totalmente asumido. ¿Puede ha
llarse una mayor inferencia entre ideología y pragma (historia)?
Orosio, en Adversum paganos, escrita entre los años 416 y 417, es
tablece un sincronismo entre historia sagrada e historia profana72 so
metiendo todos los actos y acontecimientos aun «juicio divino», soste
niendo criterios ya enunciados por Eusebio, Juan Crisóstomo, Prudencio,
Ambrosio y Jerónimo, favorables a la creación de un Imperio Cristiano
como instrumento divino contra el caos.73 Ello significa el afianzamiento
y unidad ideológica de la historiografía cristiana frente a la pagana cada
vez más escasa. En Occidente, hombres de origen aristocrático como
Rutilo confiaban todavía en una Roma aeterna. A mediados del s. V el
historiador Zósimo escribía en Oriente su Historia Nova; y en Occiden
te, Prisco;74 contemporáneamente, entre 400 y 450 Salviano de Marse
lla escribe De gubernatione Dei. La obra agustiniana, al tiempo que
cierra la Edad Antigua, hace de bisagra y se proyecta hacia el medievo
como arquetipo político y doctrinal.75
La historiografía cristiana es cronológicamente consecuente pero
no es efecto de anteriores postulados historiográficos. Más que una
reacción contra la noción pagana de tiempo es la afirmación de una
temporalidad distinta, contraria a la noción de tiempo pendular, cícli
co, recurrente, etcétera. Como una seña de identidad, más que una ideo
logía, la historiografía cristiana actúa como instrumento de difusión de
su pensamiento filosófico y religioso. El judaismo se había desligado
del cristianismo a pesar de que en su origen compartían similar noción
de temporalidad ad futurum y trascendente; aquél (el cristianismo),
ecléctico y decididamente práctico, supo acomodarse a un nuevo orden
político, cuya consistencia residía en la combinación de poder político,
72 Ya presente en Daniel, II, 31 -45 y en Trogo Pompeyo. En otro sentido, R. Urban, «L’Historiae
Philippicae bei Pompeius Trogus», Historia, 31, 1982, 82-96. Ver también, M. Espadas
Burgos, La periodization de la historia romana. Madrid 1961, 111 ss.
73 Oros. Hist. V, 2; VI, 22,8.
74 Fernández Ubifla, op. cit. 31.
73 H.I. Marrou, Saint Augustin et la fin de la culture Antique, Paris 1949; P. Brezzi, «L’influenza
di Sant’Agostino sulla storiografia e sulle dottrine politiche delMedievo», Humanitas, IX,
1954, 977-989; G. Puente Ojea, op. cit., 311 ss.; y M. García Pelayo, El reino de Dios,
Arquetipo Político (estudio sobre las formas políticas de la Alta Edad Medid), Madrid
1956.