Page 204 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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La imagen del hierro enemigo y el refugio en el templo se repetirá
después; idea sobre la que Agustín ejemplifica la misericordia del Dios
cristiano. Para denostar la figura del pagano, Agustín no rechaza, elo
gia incluso, la piedad de los enemigos bárbaros que actúan «por respeto
a Cristo»: «¿o es que no son enemigos de Cristo aquellos mismos roma
nos a quienes los bárbaros, por respeto a Cristo, perdonaron la vida?».
Para Agustín el verdadero enemigo no es el invasor militar sino el
inimicus Christi.55 Desde los primeros tiempos los cristianos se mos
traron favorables a acoger nuevos miembros en su comunidad religio
sa, que necesitaba fortalecerse espiritual y políticamente: «Testigo son
de esto las capillas de los mártires y las basílicas de los apóstoles que en
aquella destrucción de la urbe recogieron a cuantos en ella se refugia
ron, tanto suyos como ajenos».
Luego avisa de dos cosas, de dos posibilidades: primera, que el ejér
cito enemigo invasor estuviese dividido; y segunda, que acaso sólo una
parte de ellos hubiera hecho un pacto con los cristianos, de entregar la
ciudad a cambio de que fueran respetadas sus vidas y sus iglesias. Se ha
manejado también esta hipótesis histórica de la traición: «Hasta allí
llegaba la furia encarnizada del enemigo; allí llevaban los
misericordiosos enemigos a quienes habían perdonado la vida fuera de
aquellos lugares para que no cayeran en manos de los que no tenían tal
misericordia». Estas palabras parecen avalar esta idea y se explica la
denominación «misericordiosos enemigos» a quienes en teoría eran sus
verdugos y sin embargo salvaron de una muerte masiva. En contraposi
ción a «Los misericordiosos», nos muestra un ejército «inhumano, que
causaba estragos...». Los soldados actúan aquí como ejecutores de la
voluntad divina: premian con la salvación a los justos, y dan la muerte
a los impíos: muerte o prisión ( «cautivar»). A pesar del juicio de Dios
(guerra) todavía había, lógicamente, muchos paganos, enemigos de
Cristo. El concepto de guerra como «juicio de Dios», en Agustín es
admitido por la generalidad de los autores. Agustín deja entrever aquí
que se salvaron mediante un engaño, un camuflaje: refugiándose en
los templos traicionado sus creencias y ahora difamando a Dios:
«De esta manera escaparon muchos que ahora infaman los tiempos
cristianos e imputan a Cristo los males que sufrió aquella ciudad».
55 J. Zaragüeta, «Perspectiva ética de La Ciudad de Dios», ECD, 285 ss.