Page 203 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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De civitate Dei.52 No es mucho lo que se ha destruido, decía. Pero en
realidad Agustín no creía ya en la eternidad del Imperio. «Quizás no es
éste el final de la ciudad; pero llegará un día». Este era el balance del
año 410: confusión y desesperación entre los paganos, para los que la
ciudad de Roma constituía el símbolo de la existencia de los dioses; y
una fe profundamente turbada entre los cristianos* cuyo Dios había to
lerado la catástrofe. El odio a los cristianos ya aparece documentado en
la época de Nerón, quien los acusa de agitadores e incediarios. Su ca
rácter de secta secreta, mistérica, cuyos cultos eran desconocidos, pro
vocaron, además de otras causas políticas, persecuciones feroces por
parte de algunos emperadores romanos.53 En los inicios del siglo V
todavía quedaba cierta inercia popular de esta creencia. Los paganos no
se recuperarían ya del grave golpe: el saqueo de Roma sirvió para des
cubrirles el carácter ilusorio del pacto sobre el que se basaba su con
fianza en los dioses. Para los cristianos, en cambio, continuaba vigente
el reino de Dios como refugio eterno.
Como he señalado, Agustín entre los 19 y los 28 años fue maniqueo,54
y se ha demostrado que esa tendencia se percibe a través de su obra
hasta los últimos años: Ciudad de Dios/Ciudad terrena; Jerusalem/
Babilonia; Ciudad Santa/Ciudad del pecado; cristianos/paganos, etc. Y
también en este texto se habla de los elegidos, los cristianos: «... de esta
ciudad proceden los elegidos de Dios... y llegan a ser buenos ciudada
nos de ésta», en contraposición a los paganos, que representan la ingra
titud, y el mal: «Otros, empero, arden en odios tan fogosos contra ella y
son tan ingratos a los evidentes beneficios de su redentor...», y la sober
bia: «su vida, de la que tanto se ufanan...»
52 W. Seston, op. cit., y una opinión totalmente contraria en S. Álvarez Turienzo, «La Ciudad
de Dios en el cruce de dos edades», en ECD, 1954,27, para quien el saqueo de Roma no fue
el motivo principal de que S. Agustín escribiera o comenzara a escribir tres años después
La Ciudad de Dios, pues éste estaba más preocupado por su espiritualidad personal. «Roma
-dice este último autor- influye en él, pero no centraliza su obra».
53 Ver al respecto, Lactancio, Sobre la muerte délos perseguidores, De mortibus persecutorium,
passim, versión de Ramón Teja, Madrid 1982.
54 R Brown, op. cit., 56. También S.G.F. Brandon, «San Agustín», w Diccionario de Religio
nes Comparadas, Madrid 1975,93. Sobre la pervivenda de actitudes maniqueas en Agustín
(contra las que tanto sin embargo luchó después), ver L. Cilleruelo, «La oculta presencia
del maniqueísmo en la Ciudad de Dios», en ECD, 1954,475 ss.