Page 43 - EL COMANDANTE 5
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Mientras tanto el doctor Lorente pedía insistentemente por telégrafo refuerzos para el coronel
            Iglesias, a quien suponía, en esos momentos combatiendo, a juzgar por la crepitación de fusilería. El
            general  Silva,  hízome  llamar  y  me  propuso  que  fuera  en  auxilio  de  Iglesias que,  según  los
            reiterados  pedidos  del  doctor  Lorente, aún  resistía  en  el  Morro. Tomé  400  hombres  de  los  ya
            reunidos en el campamento y partí en seguida.

            Al pasar por Barranco, encontré al coronel Suárez con el cuerpo del ejército que mandaba. Al ver
            que Suárez se retiraba tan tranquilo no pude contenerme y le dije: “No me explico el motivo
            de su retirada, encontrándose Iglesias combatiendo, y, sobre todo, cuando pide refuerzos”. El
            coronel Suárez me respondió que Iglesias había sido tomado prisionero a las diez del día y que las
            tropas que permanecían en la cima del Morro ya se habían retirado y dispersado. “Las tropas que se
            ven allí-añadió-son de los chilenos y el tiroteo que se oye es de ellos mismo, que se han entregado
            al saqueo, rompiendo las puertas de las tiendas y de las casas”.




































            -“Pues bien -repúsele- yo voy a cumplir la orden del jefe de estado mayor”. Y continué mi
            marcha hacia Chorrillos; Suárez siguió la suya a Miraflores. Su cuerpo de ejército estaba íntegro,
            a excepción de un batallón que Recavarren condujo voluntariamente en socorro de Iglesias y que
            fue desbaratado en Chorrillos.
            Llegué a casa del señor Lafón, ciudadano francés, que me ofreció su mirador para observar el campo,
            y pude ver con mi anteojo que efectivamente tropas chilenas ocupaban el Morro y alturas contiguas
            a la población de Chorrillos. Era la una de la tarde.

            No obstante, y tomando las debidas precauciones, penetré en Chorrillos. En la primera de las calles
            tropecé con un grupo de soldados enemigos, a los que ataqué y puse en fuga; pero momentos
            después fui acometido por fuerzas superiores que intentaron cortarme el paso, lo cual impidió la
            oportuna  intervención  del  capitán  de  fragata  Leandro  Mariátegui,  que  llegó  en  tal  circunstancia
            conduciendo un cañón montado en la plataforma de un carro y les hizo fuego. De este modo pude
            contener el empuje enemigo y continuar combatiendo; pero el adversario iba reforzándose
            con la aducción de nuestras tropas; y comprendiendo luego lo inútil que sería prolongar la lucha
            sin esperanzas de recibir ningún esfuerzo y con soldados que comenzaban ya a flaquear, a causa
            de las bajas sufridas, resolví interrumpir el combate y regresar a Miraflores, convencido del fracaso
            de nuestros esfuerzos y profundamente apenado de las desgracias del Perú…






          LDdA                                “EL COMANDANTE” | ENERO – FEBRERO - MARZO | AÑO 11 N° 39    43
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