Page 11 - El garbanzo verde nº5
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            andar grandes distancias que en algunas ocasiones superaban los 10 kilómetros; Uf!...que suerte el que al
            menos tenía un burro.

            Era muy común que los niños y niñas estuvieran separados aunque en ocasiones no fuera así.


            Los cursos escolares tenían una duración menor que hoy en día, unos  132 días de colegio y con un
            horario intensivo de 9 a 2 además de un descanso de 1 hora para poder ir a comer.
            En épocas de recolección muchos niños se veían obligados a  abandonar temporalmente la escuela para
            ir ayudar a sus familias en las labores del campo o recogida de frutos, se daban especial prioridad a las
            tareas del campo antes que ir a la escuela. Debido a la escasez de aquella época el campo era uno de los
            principales sustentos para las familias, muchas de ellas salían adelante comiendo lo cultivado en cada
            época o bien vendiendo la siembra para sacarse el “jornal” y así poder comprar productos de primera
            necesidad.

            Ya ni hablar del material escolar que era un bien muy escaso, contaban con un lápiz con el que poder
            escribir, una goma con la que poder borrar, una enciclopedia la cual incluía todas las asignaturas y una
            cartilla  con  la  que  aprendían  a  leer,  había  que  cuidarlo  y  aprovecharlo  al  máximo  porque  no  había
            dinero  para  andar  comprando  más,  apenas  había  recursos  en  al  aula  como  mapas  a  gran  escala,  en
            relieve o maquetas para explicar con más detalle las lecciones o conceptos y ya era raro ver lápices de
            colores solo al alcance de algunos bolsillos.

            El profesor se defendía sobradamente con una tiza en una mano, el borrador mal sacudido en la otra y
            una sucia pizarra de losa para enseñar la lección a los temerosos y atentos alumnos.

            El mismo profesor daba todas las materias excepto religión que solía impartirla como norma general el
            sacerdote del pueblo.

            El  profesor  siempre  exigía  el  máximo,  era  una  persona  muy  autoritaria    y  a  su  vez  tenía  que  ser
            respetado por sus alumnos (valores que hoy en día se van perdiendo), la falta de respeto al profesor
            conllevaba un buen “capón” u otro castigo, aparte de lo que te esperaba en casa cuando llegaras, porque
            aunque en esa época no existía el “WhatsApp”, no sé cómo podía ser pero por la noche en muchas
            ocasiones tus padres ya eran conocedores del percance sucedido.

            Había que aprenderse la lección como el “Padre Nuestro“ y el que no se la supiera ya podía prepararse
            por que le esperaban ciertos castigos bastante drásticos como por ejemplo: - Estarse toda una clase con
            los brazos extendidos en cruz, totalmente estirados y sujetando unos pesados libros en ambos brazos o –
            Extender las manos para recibir un “reglazo” ya bien en las palmas o en los dedos recogidos apuntando
            hacia  arriba.  Eran  castigados  sobre  todo  con  castigos  físicos  tanto  por  no  saberse  la  lección,  por
            desobedecer, por llegar tarde a clase sin motivo justificado, por no cumplir las normas de clase etc.

            Como es lógico y normal por la época que era en estas escuelas no existían comedores escolares, los
            alimentos había que traerlos de casa normalmente en una fiambrera de metal o bien en un bocadillo,
            también era normal llevar fruta de temporada, eran las opciones más económicas, el agua solían cogerlo
            de alguna fuente del pueblo, cogían el agua en un cubo y del mismo recipiente bebían todos…

            En definitiva eran otros tiempos, tiempos muy duros en los que se daba una gran importancia a grandes
            valores como la honradez la educación y la disciplina, debe ser que ante la ausencia de tantos lujos,
            facilidades y distracciones que tenemos hoy en día había más tiempo para dedicarle a hacerse mejor
            persona y valorar las cosas que realmente importan, hay que ver lo que ha cambiado el cuento en 70
            años.
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