Page 117 - Abrázame Fuerte
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—¿A quién le toca ahora? —Silvia mira directamente a Marcos, quien le evita
      la mirada—. Marcos… —dice bajito.
        —Déjalo ya, Silvia. —David sale en defensa del chaval, pero no porque crea
      que el chico lo esté pasando mal sino porque sabe perfectamente que, después de
      Marcos, le tocará a él, y no le apetece nada seguir con el juego.
        —Eso, ¡Marcos, te toca! Y tú, David, atento, que te toca después… —Estela
      ha hablado.
        ¿Qué preguntará Marcos? Tiene la mente en blanco. Todo el mundo espera
      impaciente. El chico se pone nervioso. Desde que ha llegado al bar no ha podido
      abrir la  boca  para  comentar  nada, y  ahora,  de  repente, es  su  turno,  y  todo  el
      mundo está pendiente de él.
        El chico inspira profundamente. Parece que ya sabe qué preguntar.
        —Yo nunca-nunca… —Marcos se interrumpe. ¿Qué le pasa? Todos esperan,
      expectantes.  Hay  un  silencio  sepulcral  en  la  mesa—.  Yo  nunca-nunca…  Yo
      nunca-nunca he tocado una canción en público.
        Todos callan sin excepción. Y entonces, Marcos aprovecha el silencio para
      sacar rápidamente a su « pequeña»  de la funda. Estela y Bea aplauden el gesto,
      emocionadas. El chico se cuelga la guitarra al cuello y, sin pedir permiso a nadie,
      ni  en  la  mesa  ni  en  el  bar,  se  sube  a  la  silla  y,  lentamente,  toca  una  de  sus
      mejores canciones.
        Todo pasó como siempre, tan deprisa.
        El amor tiene mil caras
        y, por lo visto, yo no lo sabía.
        ¿Dónde quedan ahora
        las risas en las calles
        y las caricias a la luna?
        Los primeros versos logran que se haga el silencio en todo el bar. ¡Hasta el
      encargado,  que  está  detrás  de  la  barra,  parece  aceptar  que  alguien  toque  en
      directo! Marcos se detiene, y observa cómo la gente lo mira con ojos relucientes.
      Empieza a tocar otra vez, con nuevos acordes; rasguea la guitarra para ponerle
      ritmo al asunto. La canción cambia a un tono rumbero muy bailable.
        La gente empieza a batir palmas. Estela se anima y se pone a bailar al lado
      de la mesa. Silvia no se corta un pelo y la sigue. Ana y Bea hacen lo mismo. En
      tan sólo unos instantes, casi todo el bar se pone a bailar la rumba de Marcos.
        Y si te digo ven conmigo.
        Ven y cógete el abrigo,
        fuera hace un viento frío.
        No hay nada que me separe de mis amigos.
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