Page 121 - Abrázame Fuerte
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Bea dice: Te dejo, que llega mi madre
        Sergio dice: Vale, venga. ¡Alegra esa cara!
        Bea dice: Adiós!
        Sergio: Una sonrisa?
        El usuario Bea está fuera de línea.

      En el mismo instante, en casa de los Ribero
      Silvia  está  en  su  habitación,  algo  alterada.  ¡La  tarde  en  el  Milano  ha  sido
      espectacular! Pone la radio a todo volumen y baila como si le fuera la vida en
      ello.  Está  contenta  porque  hoy  ha  descubierto  una  parte  de  sí  misma  que  le
      resultaba desconocida.
        Se tira en la cama resoplando; está nerviosa, y tiene la sensación de que ¡es
      capaz de todo! En un ataque de locura, coge un cojín de su cama y le da un beso,
      y otro, y otro… Se imagina que es el amor de su vida…
        En ese momento, alguien abre la puerta de la habitación. ¡Qué vergüenza! Es
      David que, harto del ruido y la música, ha decidido ponerle fin. Cuando David ve
      a su hermana besándose con el cojín no puede evitar romper en una carcajada.
      Silvia salta del susto; su hermano la ha despertado de su ensoñación romántica y
      exaltada.
        —Ese chico… Marcos… Te ha trastornado la cabeza —le dice mientras entra
      en el cuarto y baja por completo el volumen de su radio—. Ahora sólo te falta
      desnudarte delante de… ¡tu cojín! Jajajaja…
        —¡Vale ya!, ¿no? —responde Silvia, sentándose en la cama, y contraataca—:
      ¿Y Nerea?
        —¿Nerea, qué?
        —Bueno… ¿Dónde la tienes escondida? —Silvia le lanza una indirecta bien
      directa a su hermano.
        —En su casa…, como debe ser —contesta David. Entonces, su voz cambia a
      un tono más suave para preguntar—: ¿Y Ana?
        Silvia no se lo puede creer: ¡David está preguntando por Ana!
        —¿Puedo serte sincero? —confiesa el chico, casi en un susurro.
        David  se  sienta  en  la  cama,  al  lado  de  Silvia.  No  parece  muy  contento  y,
      después  de  unos  días  de  rebote  con  su  hermana,  parece  que  quiere  hacer  las
      paces.
        —Silvia, yo… ¿Me guardas un secreto?
        Ella respira hondo y se acomoda en el cabezal de la cama con las piernas
      cruzadas, coge su osito de peluche y lo pone en su regazo.
        —Pues claro —responde.
        —No sé por dónde empezar… —carraspea el muchacho—. La verdad es…
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