Page 157 - Abrázame Fuerte
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requiera para recuperarse. Sergio ha agradecido mucho el gesto. Y es que el
director de la escuela es muy exigente y perfeccionista, el típico jefe que
siempre parece estar enfadado y que sólo tiene un « no» por respuesta. De
hecho, el chico lo respeta tanto que, al verlo entrar en la habitación, ¡ha hecho
ademán de levantarse!
Tras la marcha del « jefe» , se ha sentido aliviado, y también alegre. Es muy
bonito sentir que la gente te tiene tan presente en momentos difíciles. También ha
recibido muchas llamadas de amigos a quienes había llegado la noticia del
accidente.
Y, aun así, los días en el hospital son tan eternos que, cuando no es hora de
visita, el chico tiene todo el tiempo del mundo para pensar, leer, ver películas,
navegar por Internet…
Ahora está sentado en la cama, haciendo un dibujo. La pierna no le hace
tanto daño como por la mañana. Se oyen dos golpes suaves en la puerta, pero
Sergio está tan concentrado en sus garabatos que no los oye. La puerta se abre, y
el chico sigue sin advertir una presencia en la habitación.
—¿Hola?
Sergio se asusta tanto que da un respingo y clava el lápiz en la hoja.
—¡Silvia! —exclama al levantar la mirada y ver a la chica—. ¡Qué susto!
La muchacha está de pie en un rincón de la habitación. Lleva una pequeña
maceta de margaritas.
—Perdona, no quería asustarte… —se excusa ella, y le ofrece las flores.
—¡Ahhh! ¡Qué dolor! —Sergio se toca la pierna, tiene la cara algo
desencajada por las punzadas—. No te preocupes… Pasa…
—Te he traído un regalo. —Silvia deja la maceta en la mesita auxiliar—. He
pensado que te alegraría…
—Gracias… no te esperaba… —El chico se peina con la mano. El dolor va
remitiendo.
Silvia lo observa. Se lo había imaginado de otra manera. Con la pierna
escayolada atada a una polea, con la cabeza llena de vendas y heridas por todas
partes, como en las películas. Pero la realidad es que Sergio está muy mono. Sin
afeitar, algo despeinado y con un estuche con los lápices y hojas con dibujos de
colores en su regazo… ¡Es como si fuera un niño pequeño! Eso enternece un
montón a Silvia. ¡Le encantan los niños!
La chica se acerca a él.
—¿Qué dibujas? —pregunta, mirando los dibujos.
—Nada… Tonterías para pasar el rato.
—¿Éste está acabado? —Silvia señala un dibujo de una puesta de sol preciosa.
—Sí, este dibujo representa la puesta del sol el día que tuve el accidente… Me
la perdí… —El chico le sonríe.
Silvia coge el dibujo y sus ojos reflejan la admiración por su arte. Sin