Page 186 - Abrázame Fuerte
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absoluta. ¿Es que nunca va a vivir un amor? ¿Por qué le priva la vida de ello? ¿Por
qué sus amigas sí y ella no? ¿Es que no van a besarla nunca? Los sollozos de Silvia
acaban en llanto.
—Vamos, no seas boba —le susurra Bea—. No te pongas así, lo siento mucho,
de verdad… Siento ser tan cabezota a veces…
—No, si no es eso… —balbucea la otra hipando—. Es que… ¡nunca tendré
novio!
—No digas eso… —intenta consolarla Ana.
—¡Es verdad! Tú estás con David, Bea con Sergio, y Estela sólo tiene que
chascar los dedos y… —Silvia se seca las lágrimas—. Todos los chicos me
quieren sólo como amiga. Voy a acabar como aquellas solteronas rodeadas de
gatos.
—No digas eso, tonta… —la compadece Ana—. Siempre estás ahí para
echar una mano a los demás, y eso es buenísimo. Mira, por ejemplo, ahora.
Estamos aquí gracias a ti. Estela lo está pasando mal, y sólo tú has sido capaz de
reunirnos… Y vamos a arreglarlo gracias a ti. ¡Ya lo creo que lo vamos a
arreglar!
—¿Y el tema chicos —le contesta Silvia—, quién me lo arregla?
—Esto no se arregla… —Bea le acaricia el pelo con cariño—. Con los chicos,
una tiene que ser paciente. Ya te llegará, no te preocupes.
—Pareces mi madre —dice Silvia con una sonrisa triste—. Siempre me dice
lo mismo.
—Pero ¿a ti te gusta alguien? —pregunta Ana.
El silencio se vuelve a apoderar de la habitación. Sin quererlo, Ana ha dado
en el clavo. En la mente de Silvia sólo aparece Sergio, Sergio, ¡Sergio! Pero es
imposible confesarlo después de lo que ha pasado con Bea. Así que, al final,
calla.
Ana y Bea se miran con complicidad: saben que cada cual lidia con su batalla
interior de la mejor manera posible, y parece que su amiga sí sufre por amor
pero aún no está preparada para compartirlo con ellas. Es la primera vez que
Silvia llora ante ellas por un tema relacionado con el corazón. Parece mentira. El
amor es uno de los temas recurrentes para las Princess. Para todas ellas, el amor
tiene una importancia vital, y ni Ana ni Bea habían dado importancia hasta ahora
al hecho de que Silvia no ha tenido ninguna experiencia de ese tipo. Pensaban que
ella se lo tomaba con más calma, pero no sabían que en realidad su amiga lo está
deseando con todas sus fuerzas.
—¿Quieres el calcetín de Crespo? A mí no me gusta… —Ana sonríe a Silvia.
—¿Quieres que me ponga el calcetín de Crespo? —responde la otra mientras
se tapa la boca para evitar soltar una carcajada.
—¿Por qué no? A ver qué pasa… —Ana busca en su mochila y saca el
calcetín cogiéndolo con mucho cuidado y sólo con el índice y el pulgar de la