Page 190 - Abrázame Fuerte
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enganchada. Me sube mucho el ego y la autoestima pensar que un hombre como
él, tan mayor y tan inteligente, se fije en alguien como yo. Pero a veces también
me siento un poco utilizada. Me llama cuando quiere, me dice que me marche
cuando menos me lo espero, sólo me habla de sexo… y eso me provoca mucha
ansiedad.
—¿Y has vomitado alguna vez? —Silvia va al grano.
—Sí…, pero no lo he hecho queriendo, ¡os lo juro!
El silencio vuelve a invadir la habitación. Las chicas intuyen que su amiga
está llorando al otro lado del teléfono. ¡Ojalá pudieran abrazarla ahora, darle un
buen achuchón entre todas para que supiera que puede contar con ellas! Pero
Estela sigue lejos, en su casa, al otro lado de la línea, y las chicas no pueden
decirle nada. Preocupadas, se miran entre ellas. Bea hace gestos a Ana,
señalándola con el dedo para que diga algo que calme a su amiga. Ana es la más
reflexiva y pausada, y por eso a menudo es quien encuentra las palabras justas;
es especialista en tranquilizar a los demás en los momentos difíciles.
—Estela, escúchame bien —empieza Ana con mucho cariño.
Estela la interrumpe.
—Y el otro día fui a casa de Marcos, y pensó que era bulímica, o lo que sea,
por no querer comer una croqueta de pollo, y ¡es horrible, porque Marcos me
gusta mucho! Yo no quiero que piense esas cosas de mí pero ¡tampoco puedo
contarle la verdad!
Todas las chicas se sorprenden ante la declaración que acaban de oír. Ana
asiente como si lo entendiera todo… No cabe duda de que su amiga está hecha
un lío.
—Estela, en primer lugar, intenta tranquilizarte un poco. Sólo voy a hacerte
una pregunta más, ¿vale?
—Vale —responde ésta, llorosa.
—¿Cuántas veces has vomitado la comida?
—Unas tres.
—¿Y te ves gorda o flaca?
—Normal, Ana, ya lo sabes… Yo siempre he estado delgada ¡aunque tenga
un culazo!
Todas las chicas sonríen.
—¿Y con Leo, qué? —insiste Ana.
—Leo es malo, chicas. Es muy buen profesor, pero para mí es malo…
—¿Te sientes acosada?
—Noooo, qué va… Pero estoy muy enganchada. Es como una droga que no
puedo dejar, pero lo peor es que él me administra las dosis. Decide cuándo puedo
tomarla y cuándo no. Y yo no tengo ni voz ni voto. Es horrible. Cuando no estoy
con él, a veces siento esta angustia tan grande en mi interior. Me mareo, se me
acelera el corazón y siento náuseas. La verdad es que cuando me dan esos