Page 219 - Abrázame Fuerte
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es  así  como,  sin  ninguna  razón  aparente,  David  se  ha  plantado  delante  de  la
      puerta de su hermana: ha sentido unas ganas irreprimibles de ver a su chica. Y
      aunque  consigan  ponerlo  colorado,  en  realidad  le  da  igual  lo  que  piensen  su
      hermana y sus amigas, porque él les diría: « Ésta es mi cueva y ésta es mi loba.
      Aquí mando yo y quiero verla» .
        Pero con lo que David no cuenta es que, además de avispadas, las Princess
      son juguetonas, y no van a perder la oportunidad de pasar un buen rato a su costa.
      Estela aparta a Silvia de la puerta de un culazo. Mira al chico con picardía y, con
      la voz aterciopelada como si fuese una actriz de telenovela, le dice:
        —Estimado  conde:  la  princesa  se  está  vistiendo  de  gala  para  el  desayuno.
      Vaya usted primero al comedor real. Estará conmigo en que la belleza es algo
      que se hace de rogar… Así que, ¡buen viento, mi señor! —Y, dicho esto, cierra la
      puerta en las narices del muchacho.
        —Pobre David, no sabe dónde se ha metido —le susurra Ana a Bea.
        —¿Has visto la cara que ha puesto tu hermano? —comenta Estela, que choca
      los cinco con Silvia.
        —¡Y que lo digas! Nunca lo he visto tan…, tan…, ¡no me sale la palabra!
      Tan… ¡C-O-L-G-A-D-O! —deletrea Silvia como si fuese una animadora de un
      equipo deportivo.
        Ana  pone  los  ojos  en  blanco  y  se  cubre  la  cara  con  un  cojín  rojo.  Bea  y
      Estela gritan: « ¡Uuuuuh!» .
        —¡Venga, chicas, parad! —pide Ana, muerta de vergüenza.
        David ha vuelto a su cuarto, ha ordenado su habitación por si acaso su chica
      acababa entrando en ella. También, se ha echado la colonia que sus padres le
      regalaron las navidades pasadas y que ¡aún no había estrenado! Para él, que Ana
      esté en casa por primera vez desde que salen representa una ocasión especial y
      debe prepararse para ello. No es que David quiera aparentar ser una persona que
      no  es,  pero  nunca  está  de  más  dar  la  mejor  impresión.  Aunque  es  un  día
      cualquiera,  él  se  ha  esmerado  en  el  vestir:  pantalones  vaqueros,  zapatillas
      deportivas, y una camisa de manga corta de color lila por fuera del pantalón. ¡Y
      se ha peinado con gomina! Si tenemos en cuenta que el chico tiene la costumbre
      de  ir  con  el  chándal  de  baloncesto  a  todas  partes  y  casi  nunca  suele  ponerse
      camisa, para toda su familia hoy David parece que estuviera invitado a la gala de
      los Oscar.
        —¡Chicas, a desayunar! —grita la madre de Silvia desde la cocina.
        La única de las Princess que oye la llamada es Ana:
        —Silvia, tu madre nos llama.
        —Sí, es una pesada… Siempre hace igual. —Silvia no acostumbra a hablar
      así  de  su  madre.  ¡Le  encanta  que  haga  eso,  que  siga  cuidando  así  de  ellos!
      Además, lo hace todas las mañanas. Pero a veces los jóvenes se comportan así:
      están con los amigos y se permiten comentarios que, en realidad, no son verdad.
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