Page 223 - Abrázame Fuerte
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basta: no piensa seguir insistiendo. Si David no quiere contar nada, mejor dejarle.
Además, también debe tener en cuenta que están las chicas ahí, quizá por eso él
no quiera confesar lo que ella se teme: que tiene una cita con una chica.
Aunque la realidad es otra. David suele aprovechar los lunes para dormir un
poco más. Para él son como un segundo domingo; la vida universitaria a veces
tiene esos privilegios. Pero hoy, sabiendo que Ana estaba tan cerca, le ha sido
imposible conciliar el sueño.
—¡Adiós! —se despide David—. Adiós…, Ana…
Todas las chicas miran a Ana y exclaman:
—¡¡¡Uuuuuhhhhh!!!
David se marcha andando con algo de chulería para disimular la vergüenza y
medio cruasán en la boca por los nervios. Ha dicho que se iba a la biblioteca y
aunque ése no fuera el plan inicial para su mañana de lunes, tendrá que
ejecutarlo si no quiere quedar como un mentiroso.
—Creo que aquí pasa algo que, de momento, se me escapa… —dice la
madre de Silvia mirando a Ana—. Pero tarde o temprano me enteraré… Así que
¡mucho ojo!
—Mamáaaaa… —Silvia conoce muy bien el tono con que su madre le habla
a su amiga. Es un tono pícaro, y cuando su madre se pone en ese plan es
¡insufrible!
—Deja, hija, que ¡aquí hay tomate!
—Mamáaaaa…, ¡son casi las ocho y cuarto! —Silvia intenta salvar a la
Princess más tímida y qué mejor que apelar al horario del instituto.
Ante la noticia, Dolores se levanta y coge unos bocadillos ya envueltos en
papel de plata.
—¡Hay uno para cada una! ¡Y acabad de desayunar rápido o llegaréis tarde
a clase!
« ¡Gracias, Silvia!» , piensa Ana, que no sabía si era peor afrontar una
conversación de amores con Dolores o tomarse el té con leche que, al final, ha
podido dejar sin probar y sin que nadie se diera cuenta de ello.
—Vamos, chicas, ¡que llegamos tarde! —exclama Silvia dando un sorbo de
su taza y cogiendo un cruasán para el camino—. ¡Gracias, mamá!
Todas las Princess se levantan y Bea y Estela aprovechan que la anfitriona ha
cogido otra pasta para hacer lo mismo. No es cuestión de quedar mal.
—Ana, ¿no te tomas el té? —pregunta la madre de Silvia al recoger las tazas
y ver que la de ésta sigue intacta.
La chica no sabe qué responder. Toma el bocadillo, sonríe y siente que no
puede hacer más que sincerarse con Dolores.
—Es que… no me gusta nada la leche…
La madre de Silvia se da cuenta de lo mal que lo está pasando la muchacha.
—Ni a mí tampoco, Ana.