Page 236 - Abrázame Fuerte
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A Silvia se le escapa una pequeña carcajada.
        —Entonces ¿a las seis en mi casa?
        —Perfecto.
        Cuando Sergio se despide de ella, Silvia da un salto de alegría. « ¡Manos a la
      fiesta!» . En menos de cinco minutos llama a Estela y a Ana. ¡Ambas pueden!
      Además, les entusiasma la idea. Ana le ha dicho que llamará a Miguel, un amigo
      de  Bea  que,  por  lo  visto,  estará  superdispuesto  a  participar.  Silvia  ha  dado  un
      aviso:  LA  FIESTA  SE  VA  A  CELEBRAR  MAÑANA.  LLAAAAAMAAAAAD  A
      TOOOOODOOOO EL MUUUUUUNDOOOO!!!!!
      Las 18.00 h en casa de Silvia
      Llaman  al  timbre.  Llegan  Ana  y  Miguel.  Aunque  no  sean  amigos,  Silvia  lo
      conoce del insti. En clase parece un chico majo. No es muy guapo (por no decir
      que es feísimo, tiene la cara llena de acné). En clase, algunos idiotas lo llaman
      Ferrero Rocher, como los bombones, por los granos y porque es obeso.
        No podemos decir que sea el marginado del curso, porque esos comentarios
      se la traen al pairo. Es un chico feliz, o por lo menos siempre sonríe y tiene un
      « buenos días»  para todo el mundo. A Silvia le encanta que quiera participar.
        Cinco  minutos  después  llega  Estela  con  Marcos.  Silvia,  que  los  nota  algo
      diferentes, los hace pasar a la cocina. ¿Habrá pasado algo entre ellos? Marcos es
      su vecino y podría haber llegado solo cuando quisiera. En todo caso, se les nota
      contentos.
        David se apunta también a la reunión. Se sienta al lado de Ana y le da la
      mano por debajo de la mesa. Todos esperan a Sergio. Sin él no tendría mucho
      sentido que empezaran a organizarlo todo, así que aprovechan ese tiempo muerto
      para  hablar  y  ponerse  al  día.  Silvia  sirve  unos  refrescos  y  patatas  fritas  para
      picar.  Miguel  no  se  corta  y  empieza  a  comer.  Silvia  lo  mira  y  piensa  que
      realmente parece un chico particular. ¿Por qué será tan amigo de Bea?
        Por  fin  suena  el  timbre.  Es  Sergio.  Aunque  fuera  el  más  interesado  en  la
      reunión, ha llegado el último, pero es más que comprensible: va muy lento con
      las  muletas.  Silvia  sale  a  esperarlo  en  el  rellano.  Mira  la  puerta  del  ascensor
      impaciente  y  nerviosa.  Ve  el  botón  de  encendido.  A  la  chica  le  late  fuerte  el
      corazón. Lleva días sin ver a Sergio, desde que fue a visitarlo al hospital. Sigue las
      pesadas  cuerdas  del  ascensor  subir  hasta  que,  al  fin,  aparece  la  cabina  y  el
      aparato se detiene. Silvia abre la puerta para ayudar a salir a un torpe Sergio con
      muletas.
        Ambos se miran. El chico sonríe, y a ella le brillan los ojos.
        Se saludan con un fuerte abrazo. A Silvia le encanta que haya venido. Él se
      comporta como si hubiera entrado en esa casa un millón de veces. Carga con una
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