Page 231 - Abrázame Fuerte
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Leo, que camina abstraído por las prisas. El corazón de la chica late tan rápido
que podría confundirse con los motores de los coches que están esperando para
cruzar.
Leo pasa a escasos metros de ella. No la ha visto. Estela tampoco quería que
la viera. Podríamos decir que ese momento es una metáfora de su relación:
caminos diferentes que confluyen en un momento y luego siguen cada uno su
dirección.
Unos minutos después Estela llega a casa de Marcos, que la espera hace rato.
El retraso tampoco ha sido para tanto, ocho minutos, pero el chico está nervioso.
Marcos lo tiene ya todo preparado. La habitación está llena de cables. En una
silla tiene una pequeña mesa de mezclas. El ordenador está con un programa de
edición y hay dos pies de micro colocados para que Estela cante y él toque. La
habitación parece un estudio de grabación casero.
—¿Te gusta? —pregunta orgulloso de su despliegue técnico.
—Bueno, si funciona…, guay. Oye, Marcos… ¿Te importa…? Necesito ir un
momento al baño.
Pero Estela no le da tiempo a responder y sale de la habitación.
Aunque a Marcos le extraña la actitud de la chica, aprovecha su ausencia
para revisar todos los cables por última vez, y asegurarse de que todo funcione
bien. Él sabe mejor que nadie que si la técnica falla, la grabación se puede ir al
garete.
Pasados diez minutos, Marcos se inquieta. Estela debería haber salido ya del
baño. Empieza a sospechar que pasa algo raro. La chica ha mostrado más énfasis
al hablar con él por teléfono que viendo todo lo que Marcos ha preparado en su
habitación. Aunque él no necesita el reconocimiento de los demás, por lo menos
esperaba que Estela, al ver los micros, el ordenador y la mesa de mezclas,
aparentase sorpresa o, por lo menos, alegría. Pero no ha sido así.
El muchacho decide ir a ver qué pasa y, con paso sigiloso, se acerca a la
puerta del baño. Acerca la oreja a la puerta y oye unos pequeños sollozos.
Marcos da dos golpes suaves y pregunta con cariño:
—Estela… ¿Estás bien?
—¿Eh? Sí, sí, estoy bien… Salgo en seguida…
El chico decide esperarla fuera del baño. Cuando Estela abre la puerta,
Marcos la recibe con una sonrisa. Ella le devuelve una sonrisa triste.
—No te preocupes, estoy bien; sólo que llevo un día que tela marinera… Y
sólo me faltaba esto…
—¿El qué? —pregunta él.
—Cosas de mujeres.
—¿Cosas de mujeres?
—Cosas-de-mujeres —responde Estela, recalcando cada palabra y alzando
las cejas. Su amigo no se da por enterado—. Marcos: tengo la regla.