Page 230 - Abrázame Fuerte
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tendría que darle las gracias!» .

      Poco después
      Estela  sale  de  casa.  Tiene  un  trecho  hasta  la  de  Marcos  y,  como  le  gusta
      callejear, se toma un tiempo extra aunque tarde un poco más en llegar. Se nota
      algo cansada. Puede que más de lo habitual. Es normal, el « post-amoratorio»  es
      lo que tiene: cansancio repentino, tristeza por sorpresa, ganas de llorar de golpe y
      por las cosas más bobas…
        La chica se da su tiempo. Se para ante una panadería, entra y pide un cruasán
      de chocolate. « ¡Dos en un día!» , piensa mientras recuerda el que se ha comido
      esa mañana en casa de Silvia. Al salir de la panadería, oye la voz del panadero:
        —¡Señorita! ¡Se olvida el cambio!
        Estela se vuelve. ¡Había pagado con un billete de cinco euros! Estela regresa
      a la panadería, recoge su cambio y sonríe pensando en la madre de Silvia y su
      historia de niña, el panadero y « ¡D-D-DO-DOLOOO!» . Jajaja… Hay que ver
      cómo es la vida. ¡Le ha pasado lo mismo!
        La tarde está empezando a caer y la luz del sol toca los últimos pisos de los
      edificios. Estela observa maravillada como la luz brilla en los ventanales de las
      casas, pues le gusta caminar mirando hacia arriba. Cuando llega a un semáforo
      se detiene como todos los peatones y cierra los ojos intentando percibir todos los
      sonidos que le ofrece la calle, los coches, los viandantes…
        Hoy se siente más especial que de costumbre. Es como si alguien le hubiera
      dado alas para pensar libremente, o algo parecido. Pero este tipo de sensaciones
      tal  cual  vienen,  tal  cual  se  van.  Prueba  de  ello  es  que,  sin  darse  cuenta,  y
      dejándose llevar por los ruidos y por su vista fija arriba, Estela se encuentra en la
      calle  donde  está  el  estudio  de  teatro,  como  si  estuviera  conectado  de  manera
      instintiva a esta ruta.
        Se  para  en  medio  de  la  vía  algo  sobresaltada,  y  gira  sobre  sus  pasos  para
      deshacer el camino. « Creo que hoy no es mi día» , piensa mientras camina en la
      dirección correcta.
        Al cruzar la calle observa a alguien a lo lejos que le resulta muy, pero que
      muy familiar. ¡Leo! ¡Es Leo! ¡Como siempre llegando tarde al estudio! Camina
      muy  rápido  y  se  dirige  al  mismo  paso  de  zebra  por  donde  ella  se  dispone  a
      cruzar.  « ¡Tierra  trágame!» .  Sus  piernas  no  le  responden;  el  semáforo  está  a
      punto  de  ponerse  en  verde.  Se  encontrarán  cara  a  cara.  Estela  respira
      profundamente al tiempo que observa a Leo caminar presuroso para aprovechar
      el semáforo en verde y no tener que detenerse y esperar.
        El  hombrecillo  de  color  rojo  del  semáforo  lanza  destellos,  y  da  paso  al
      hombrecillo verde. Los peatones cruzan el paso, Estela entre ellos. Al otro lado
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