Page 243 - Abrázame Fuerte
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que el presente impone su presencia con intensidad y rigor. Durante todo el día
      uno recuerda constantemente todo lo que ha vivido e imagina lo que le queda por
      vivir. En esos momentos es importante que te feliciten, pues ¡has completado un
      año más! ¡Y hay que celebrarlo!
        Pero Bea no comparte esa opinión. A ella le pesa cumplir años. No le gusta
      demasiado  pensar  que  se  hace  mayor.  Además,  no  se  siente  muy  cómoda
      cuando  la  gente  se  le  acerca  y  exclama:  « ¡Felicidades!» .  « Si  tienen  que
      felicitar a alguien, sería más lógico que felicitaran a mi madre —piensa—. Al fin
      y al cabo, es ella la que decidió tenerme, y puede acordarse de mi nacimiento.
      ¿Yo qué celebro? ¿Que estoy viva?» .
        La chica se levanta de la cama. En su casa todavía están durmiendo. Ayer no
      salió, y hoy se siente llena de energías. Aunque Bea no lo quiere reconocer, en
      realidad se siente así porque es su cumpleaños.
        Se enfunda el chándal y sale a la calle. A Bea le gusta correr. Tiene un par de
      rutas definidas. Hoy es domingo, y decide tomar la que pasa por el parque. Se
      siente ligera. Cuando lleva veinte minutos corriendo se sorprende al notar que no
      acusa el cansancio. Una sensación indomable e invencible le recorre las venas,
      se siente fuerte y poderosa.
      Poco después
      Silvia se despierta una hora antes de que suene el despertador. Ayer fue un día
      muy  especial  para  ella,  y  está  muy  contenta.  Hoy  le  espera  un  gran  día.  La
      fiesta de Bea le hace especial ilusión.
        Remolonea  en  la  cama  abrazada  a  su  cojín  mientras  repasa  todo  lo  que
      sucedió  ayer.  No  puede  evitar  pensar  en  Sergio.  Después  de  ultimar  los
      preparativos para la fiesta, lo acompañó hasta la calle a coger un taxi.
        Silvia repasa ese momento: Estuvieron hablando ni más ni menos que ¡dos
      horas!, en la calle. No es que no pasara ningún taxi pero, de alguna manera, una
      cosa llevó a la otra y hubo un instante en que el tiempo se dilató. Silvia nunca
      había  mantenido  ninguna  conversación  tan  larga  con  chicos.  Se  sentía  tan
      cómoda con él. Confiada. ¡Eso es mucho! Siempre que ha estado con algún chico
      a solas siempre andaba pendiente de algo, nerviosa, pensando en qué decir y sin
      dejarse llevar, sin ser ella misma.
        Al  cerrar  los  ojos  ve  los  del  muchacho.  ¡La  mirada  de  Sergio  es
      espectacular! Pero, ante todo, mucha calma. Sergio está con Bea, y eso es un
      hecho.  Los  sentimientos  de  Silvia  permanecen  en  secreto.  Sólo  los  puede
      compartir con su cojín favorito, y con nadie más. Se siente como si tuviera una
      cajita en cuyo interior sólo pudiera mirar ella. Por un lado lo disfruta, pero por el
      otro,  le  gustaría  compartirlo  con  el  resto,  aunque  no  debe  hacerlo  porque  no
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