Page 248 - Abrázame Fuerte
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La chica estaba en lo cierto: su madre tiene el teléfono móvil de la madre de
Bea. Esto le abre otra posibilidad a Silvia. Puede llamar a Lucía, la madre de
Bea, y contarle lo de la fiesta, para que los ayude y les haga de cómplice.
Incluso ¡podría ser ella quien la llevase al bar Piccolino!
Silvia hace la llamada pertinente.
—¿Sí?
—Buenos días, Lucía. Soy Silvia, la amiga de Bea.
—Ah, sí, ¡hola! ¿Cómo estás, bonita?
—Bien. Perdone, pero he estado llamando al teléfono de Bea y no me
contesta. ¿Está en casa?
—Sí. ¿Le digo que se ponga?
—No, no, nooo… Verá, es que hoy… —Entonces, Silvia le cuenta
emocionada lo de la fiesta sorpresa. Lucía la escucha con atención. La chica le
ofrece la posibilidad de que sea ella quien lleve a su hija al bar por la tarde. Al
principio Lucía se muestra algo reticente, pues no suele salir a pasear con Bea, ni
mucho menos proponerle que se tomen algo en un bar para jóvenes, pero Silvia
la convence alegando que es « por una buena causa» .
La madre acaba aceptando. Silvia le da la dirección del bar, y quedan a las
seis en punto. También le da su teléfono por si hubiera algún problema. La madre
lo apunta todo.
Lo primero que hace Silvia cuando cuelga es llamar a Sergio y contárselo
todo. Quiere oír otra vez eso de: « ¡Eres lo más, Silvia!» .
Las cinco y media de la tarde
En el Piccolino hay un montón de gente. No sólo están los amigos de clase, sino
también la gente que viene a pasar la tarde en el bar. Todo el mundo se ha puesto
guapo, como si fuera una tarde de sábado. No deja de ser una fiesta informal,
pero es un buen momento para socializar y conocer al resto de los alumnos de
fuera del insti.
Silvia ha llevado el pastel y la bolsa con las máscaras. Ana lleva otras
máscaras que ha comprado.
—Mira, Silvia, he pasado por un chino y he visto estas máscaras de
Cenicienta. ¡No lo he podido evitar y las he comprado todas!
—¡Buena idea! Hay mucha gente, seguro que no sobrarán. ¡Yo quiero una!
En efecto, al ver las máscaras que han llevado las chicas, todo el mundo
quiere una. No tardan en acabarse. Incluso el dueño del bar ha pedido una, y se
la pone, divertido.
Como sucede en todas las fiestas sorpresa, la espera está llena de alegría y de
tensión.