Page 252 - Abrázame Fuerte
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empieza a reaccionar, se le inundan los ojos de lágrimas. Cada persona que se le
      acerca  descubre  su  rostro  para  ella  y  la  homenajeada  no  hace  más  que
      sorprenderse. ¡Está todo el mundo!
        Su  madre  lo  observa  todo  emocionada  desde  la  puerta.  Mira  el  reloj.  Su
      marido  debe  de  estar  a  punto  de  llegar,  habían  quedado  que  se  encargaría  de
      llevar las cámaras de fotos y vídeo. El dueño del Piccolino pone música a todo
      volumen.
        —¡EMPIEZA  LA  FIESTA!  —exclama,  contagiado  por  el  alborozo  de  los
      jóvenes. Luego se dirige a la barra, donde algunos de los invitados, la mayoría de
      ellos chicos, esperan nerviosos para pedir una cerveza. En la fiesta hay muchas
      chicas y,  ante  la  inseguridad  que les  provoca  abordarlas,  prefieren esconderse
      detrás de un botellín para poder coger valor.
        Ana y Silvia esperan la llegada de la princesa al banquete. Silvia coloca dos
      velas, un uno y un ocho, en un pastel gigante en forma de corazón. Parece que la
      gente  intuye  que  llega  el  momento  de  soplar  las  velas,  y  forman  un  corro
      alrededor de Bea. De nuevo, la chica no puede aguantar las lágrimas cuando ve
      ese gran corazón de chocolate que le han preparado sus mejores amigas. Se tapa
      la boca con las manos de la emoción y suelta un grito ahogado. Ana vuelve a
      cantar la canción de cumpleaños, y todos los asistentes se unen a ella alegres.
        —¡PIDE  UN  DESEO!  —insta  alguien  detrás  de  Bea.  Es  el  momento  de
      soplar las velas. Silvia levanta el pastel y lo acerca a su amiga para que la tarea
      no  le  resulte  tan  difícil.  Se  crean  unos  segundos  de  silencio  expectante  y  Bea
      cierra los ojos…
        Intenta concentrarse, pero le resulta imposible. Sabe que soplar las velas y
      pedir  un  deseo  forma  parte  del  ritual  de  las  fiestas  de  cumpleaños.  Ana  está
      observando la situación, como todos, y le viene un momento de inspiración, un
      pensamiento sobre los deseos que quizá utilice para una nueva entrada del blog:
      « ¿Os  habéis  fijado  en  que  la  gran  mayoría  de  las  veces  pedimos  un  deseo
      cuando tenemos delante un pastel de cumpleaños? ¡Sólo pedimos deseos una vez
      al año! Es como si ese día nos diéramos el permiso para soñar. Y el resto del año,
      ¿qué?» ,  reflexiona  la  chica,  como  si  ya  estuviera  escribiendo  en  el  blog.  De
      hecho, para que no se le olvide, saca su bloc de notas y lo escribe todo.
        —¿Qué apuntas? —le pregunta David.
        —Una cosilla que se me ha pasado por la cabeza —sonríe Ana.
        En ese momento, y dado que Bea se muestra remisa a soplar las velas, la
      gente empieza una cuenta atrás…
        —¡Diez!  ¡Nueve!  ¡Ocho!  ¡Siete!  ¡Seis!  ¡Cinco!  ¡Cuatro!  ¡Tres!  ¡Dos!
      ¡Unoooo! Y… ¡CERO!
        La homenajeada inspira y sopla con fuerza. Cuando apaga las velas, todos
      prorrumpen  en  aplausos.  Ana  continúa  escribiendo  a  toda  velocidad:  « Sólo  se
      puede pedir un deseo el día de tu cumpleaños, así que… ¡elegid bien!» .
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