Page 255 - Abrázame Fuerte
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atención.
        Al llegar a casa del muchacho, lo encuentra tirado en uno de los sillones del
      salón.  Está  viendo  la  televisión  con  aspecto  aburrido.  Esa  situación  ya  se  ha
      convertido en costumbre. Tampoco es que Bea tenga gran cosa que contar, pero
      le gustaría que su novio, al verla llegar, apagara el televisor y hablara con ella.
      Bea  se  esfuerza  por  contarle  cómo  le  van  las  cosas  en  clase,  pero  Sergio  no
      parece escucharla con demasiado interés.
        Pero no sólo Bea se siente incómoda cuando están juntos. Sergio es un chico
      muy creativo, y le gusta que las personas con las que comparte su vida tengan lo
      que él llama « chispa» . No es que su novia sea sosa, pero no le mueven ni la
      creatividad ni el arte, sino el deporte. Ir a correr, bucear, hacer skate, esquiar…
      La verdad sea dicha, parece que Sergio y Bea no comparten tantas aficiones, y
      eso ha quedado de manifiesto durante los días en que el chico guardaba reposo y
      ella iba a visitarlo. Y es que él, después de ver alguna película, cogía su libreta de
      esbozos y empezaba a dibujar. Para inspirarse, siempre ponía música de jazz de
      fondo  (que  Bea  odia  profundamente).  « ¡El  jazz  no  se  entiende,  no  tiene
      melodía!» , gritaba ella para sus adentros cada vez que lo escuchaba. Y es que
      Bea prefiere la música más discotequera, la que tiene una cantante y una base
      electrónica. Sergio es todo lo contrario.
        En esa última visita él, como siempre, se dispone a dibujar.
        —Oye, Sergio… —canturrea Bea, que se acerca a él con cariño—. ¿Por qué
      no dejas los dibujos y me haces un poco de caso? —Besa a su novio en la frente,
      en  las  mejillas,  en  la  nariz…  Tiene  ganas  de  enrollarse  con  él.  ¡Es  la  ocasión
      ideal! Están en el sofá, y la madre del chico ha salido a hacer unos recados. El
      chico,  que  interpreta  perfectamente  la  actitud  cariñosa  de  su  novia,  concentra
      toda su atención en su arte—. ¡Sergio! ¿Me oyes?
        —Sí,  te  oigo…  Si  me  estás  gritando  en  la  oreja…  —Pero  no  cambia  de
      actitud y sigue dibujando.
        Bea espera unos instantes, hasta que se cansa.
        —Me aburro —sentencia.
        Ese  comentario  sienta  al  chico  como  un  tiro.  Se  siente  culpable.  Sabe  que
      tiene que enrollarse con su novia, y no le apetece nada. Su interior le dice que sí,
      pero  su  cuerpo,  que  no.  Bea  es  una  chica  preciosa  y  muy  cariñosa.  Pero  no
      puede.
        —¿Qué te pasa, Sergio? —pregunta ella—. ¿Por qué no quieres besarme?
        —No  es  que  no  quiera,  Bea  —miente—;  es  que  me  duele  todo  y  no  me
      encuentro demasiado bien.
        —Si no me quisieras o no me desearas me lo dirías, ¿verdad?
        Esa pregunta lo deja hecho polvo. Le entran unas ganas enormes de llorar,
      pero se hace el fuerte. La verdad es que no lo tiene nada claro. No puede dejar
      de pensar en Silvia, y desea de todo corazón amar a Bea. Ella es muy buena y se
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