Page 39 - Abrázame Fuerte
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¡Lo ha acojonado, fijo! —comenta Estela.
        —A  mí  no  me  parece  tan  mal  —la  defiende  Silvia—.  Eres  sincera  y,
      conociendo  a  mi  hermano,  la  verdad  es  que  no  entiendo  por  qué  no  te  ha
      respondido. Es un buen tío, legal. No es de esos que no contestan. Si quieres, le
      pregunto.
        —¡No! —se exalta Ana—. ¡Como le digas algo, te mato!, ¿vale? ¡Te mato!
      Prométeme que no le dirás nada, porfi, porfi… —suplica Ana.
        —Que no… —susurra Silvia con cariño. Se da cuenta de lo que significa su
      hermano para Ana—. Te lo prometo.
        Su amiga respira aliviada.
        —Bueno, no importa si no contesta; al menos, me da ideas para el blog, que
      hace  días  que  no  escribo  —dice,  encogiéndose  de  hombros  y  garabateando
      apuntes en su libreta, como si de verdad no le importara.
        Silvia, Estela y Bea se quedan calladas y la observan escribir sus notas en un
      silencio inquieto. Se lanzan miradas cómplices y, sin que Ana se dé cuenta, se
      dirigen hacia ella poco a poco hasta que, entre todas, le dan un gran abrazo y
      rompen en carcajadas.
        « Qué suerte tengo de teneros» , piensa Ana mientras recibe el achuchón; no
      le importa nada el haber hecho un pintarrajo en la libreta, fruto de la muestra de
      amistad.
        —No sé lo que haría yo sin vosotras —confiesa, emocionada.
        —¡A lo mejor ya tendrías novio! —responde Estela a toda prisa.
        —« ¡David, te quiero!»  —exclama Bea, burlándose de la situación.
        —O  puede  que  dijese:  « ¡Te  quiero,  Sergio!»   —contesta  Ana  para
      defenderse y cambiar de tema.
        —Calla, calla; qué nerviosa estoy… Este sábado estaréis conmigo, ¿verdad,
      chicas? —pide Bea, insegura de la cita.
        —Eso  no  lo  dudes  nunca  —responde  Estela,  mirando  los  ojos  azules  y
      temerosos de su amiga.
        En  ese  mismo  instante,  oyen  una  música  que  viene  del  exterior  de  la
      habitación. No suena como si fuera un CD; es algo extraño.
        —¿De dónde viene esa música? —pregunta Estela.
        —No lo sé —contesta Silvia—. Parece un vecino.
        Abre la persiana y la ventana, y descubren a un chico muy guapo, con el
      pelo larguito, que toca la guitarra. Las Princess se quedan mudas escuchando.
        La ventana de la habitación de Silvia da a un patio interior y, justo enfrente
      pero en un piso inferior, ven a un chico que está sentado en su habitación. Toca
      una canción con la guitarra y parece que canta entre susurros. Estela empieza a
      saltar emocionada:
        —¡Es el chico nuevo! ¡El guaperas rarito!
        Al mismo tiempo, Silvia exclama:
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