Page 42 - Abrázame Fuerte
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Silvia no puede acabar la frase; Bea la interrumpe.
—¿Te pidió el teléfono? —murmura, furiosa—. Pues ¿sabes qué te digo?
Espero que este sábado te vaya bien la cita con Sergio ¡porque yo no pienso ir!
Bea no puede evitar que se le salten las lágrimas. Todas enmudecen en la
habitación. La chica recoge su pulsera del círculo y su mochila de la cama,
dispuesta a marcharse con paso firme. Ninguna Princess está a la altura de la
situación, y no pueden frenarla. Al abrir la puerta de la habitación, choca con la
madre de Silvia, pero eso no impide que la chica se vaya.
—¿Se puede saber qué es ese escándalo? —pregunta la mujer, mirándolas
una a una.
—Nada, mamá —responde Silvia, triste.
—¿Cómo que nada? —le contesta su madre—. A mí no me parece que no
pase nada. —Mira a su hija de forma severa, pero ésta sigue callada—. Bien.
Creo que ya va siendo hora de que volváis a casa, jovencitas. Se acabó la fiesta
por hoy.
Con caras largas, Ana y Estela recogen sus cosas.
—Perdone, señora Ribero —se disculpa Ana, y la mira arrepentida por lo que
ha pasado, y sin poder evitar pensar: « Me encantaría que algún día fuera mi
suegra» .
—Adiós —se despide Estela, guiñándole un ojo a Silvia y diciéndole con
señas que más tarde la llamará.
La madre de Silvia entra en la estancia y cierra la ventana con decisión.
Silvia piensa: « Suerte que no ha visto al chico» .
—Silvia, hazme el favor de limpiar este desorden y apagar esas velas. Te he
dicho mil veces que no quiero que encendáis velas en tu habitación. ¿Quieres
quemarlo todo?
« La que me espera… —piensa Silvia—. Cuando mamá se enfada y empieza
a hablar así, hay castigo asegurado» .
—Está bien, mamá. Lo limpiaré todo —intenta apaciguarla—. Bea es muy
quisquillosa, y se ha enfadado por una tontería; créeme, mamá.
—Pues dile a tu amiga que ésas no son maneras de comportarse en casa de
los demás —responde su madre, tajante.
« Puf… De la que me he librado» , piensa Silvia, mientras su madre se dirige
al comedor.
« ¿Y ahora qué hago?» , se pregunta Silvia, mientras lo recoge todo: las velas
y el viejo osito de peluche del suelo. En el ordenador aparece la solicitud de
amistad de Sergio.
Se tira en la cama preocupada, y con razón. Bea se ha enfadado mucho con
ella y, aunque ya está acostumbrada a esos prontos, esta vez cree que se ha
pasado.
« ¿Agrego a Sergio o no lo agrego?» .