Page 46 - Abrázame Fuerte
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lavabo es como si te hubiese tocado el euromillón.
La barra del bar está atestada de pegatinas y flyers que promocionan
discotecas, y en un rincón hay una vieja minicadena que aún funciona con
casetes. Los mismos casetes de siempre: Extremoduro, Dire Straits, Bruce
Springsteen y Sabina, entre otros, configuran la banda sonora de lo que, para
muchos, es el mejor local de la ciudad para relacionarse los fines de semana.
Desde hace relativamente poco, no se puede fumar dentro. Y, a decir verdad,
es otro ambiente. Antes había una fina capa de niebla provocada por el humo de
los cigarrillos que fumaban los estudiantes nerviosos y charlatanes.
Los dueños del local se han visto forzados a poner una pequeña terraza en la
calle donde las mesas y las sillas están muy cotizadas. Si para encontrar un buen
sitio dentro del bar es necesaria una buena dosis de suerte, para sentarte fuera
necesitas ni más ni menos que un milagro.
David y Nerea están sentados a una de las mejores mesas de la terraza. ¡Un
sitio inmejorable! Pueden ver quién sale y quién entra del bar, y tener controlada
la terraza, por lo que pudiera ocurrir. Ambos van por su segunda bebida, aunque
David ha optado por una cerveza, y Nerea, por un Martini blanco.
Ella está contenta, y le habla apasionada a su compañero de sus historias en la
facultad. A decir verdad, habla tanto porque está nerviosa: espera el momento
para tirarse al cuello del muchacho, cual gato remolón en busca de cariño.
—¡El profesor de química espera que aprendamos toda la tabla periódica de
los elementos con sus números y pesos atómicos para el lunes! ¿No te parece
increíble? ¡Yo ya no tengo tanta memoria! Soy lo más parecido a un pez en ese
sentido. ¿Cómo voy a acordarme de algo que aprendí en el instituto? ¡Si no me
acuerdo ni de lo que hice la semana pasada! Así que me espera un buen fin de
semana… —Da un sorbo al Martini y lo deja rápidamente en la mesa metálica,
mientras David bebe tan tranquilo un trago de su cerveza—. ¡Acabo de tener una
gran idea! ¿Qué te parece si me echas una mano? Quiero decir, ¿y si quedamos
este fin de semana para estudiar? Mis padres no están en casa. Podríamos
estudiar y, después, ver una película en el proyector del comedor. —David se
queda pensativo. Nerea insiste—: Necesito a alguien que me pregunte, ya
sabes… « ¿Cuál es el símbolo y el peso atómico del hierro?» . Y yo: « Fe,
55,847» . ¿Qué me dices?
David sonríe. Sabe que eso es una trampa. Sus padres se marchan el fin de
semana, ella misma lo ha dicho. Y él es de esos chicos que necesitan estudiar en
su casa para concentrarse. Las últimas experiencias que ha tenido en la biblioteca
y en casas de amigos han sido un desastre, así que decide desviar la pregunta.
—¿Por qué no vas a la biblioteca de la facultad? Seguro que allí encontrarás a
alguien con quien poder estudiar.
—Sí, pero no es lo mismo —responde Nerea con media sonrisa.
—Ya… Perdona, tengo el cuerpo lleno de sustancias químicas que necesito